En mi fantasía me da por pensar que es este el lugar en el que descansa la luna, tras su periplo nocturno... No en vano estamos en los dominios del río Luna, y no en vano -tampoco- el pueblo más importante de la zona responde al precioso nombre de Barrios de Luna.
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En los momentos en los que mi imaginación se desborda pienso también que es aquí adonde la luna esconde a su hijo, aquel niño albino, blanco como el lomo de un armiño, que le arrebató a la gitana de la canción... Y cuando en alguno de mis regresos tenía ocasión de pasar por aquí de noche, justificaba la luna llena en el buen humor de la criatura y los menguantes en los intentos de acunarle de su madre astral.
La contemplación de este paisaje era como para alelarse, como para tomarse unos segundos de excedencia y entrar en Babia... y no es difícil, creedme: porque Babia es la comarca de al lado, el lugar en el que solían veranear los reyes astures, en los albores de nuestra historia, y que dio origen a una preciosa expresión: cuando alguien visitaba la corte de Oviedo, solían comunicarle la ausencia del rey diciéndole que estaba en Babia.
Es el último peldaño de Castilla, tras él: Asturias, una provincia en desnivel hasta su encuentro más o menos tórpido y abrupto con el mar.
Muchos días, en mis viajes, impregnaba mis retinas con esta vista... Y me cuidé de no contárselo a nadie... algo me dice que me hubieran cobrado impuestos por ello.
Muchos días, en mis viajes, impregnaba mis retinas con esta vista... Y me cuidé de no contárselo a nadie... algo me dice que me hubieran cobrado impuestos por ello.
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