Tarde o temprano tenía que dedicarle un fascículo de "mis lugares" a la ciudad en la que residí cerca de 20 años, aunque confieso que venía resistiéndome por cuanto me costó lanzarme a hablar de lo que me resultaba cotidiano. Intentaré hablaros de Oviedo -y fundamentalmente para aquellos que no lo conocen- utilizando los que, desde mi personal punto de vista, son los adjetivos que mejor la definen. Vaya por delante que lo haré con la perspectiva del residente eventual, desde la óptica del advenedizo, sin la pasión del nativo, y con toda la objetividad que se deriva de tales circunstancias y de la que puedo hacer gala.
Me gustó vivir en Oviedo, la considero una ciudad elegante que tras alcanzar las más elevadas cotas de urbanismo, viene recibiendo desde hace varios años la "escoba de plata": el premio con el que instituciones comunitarias la consagran como la más limpia de Europa. Recientemente una conocida revista de consumo publicaba un estudio en el que se valoraba la limpieza de nuestras ciudades. El artículo decía textualmente que Oviedo ocupaba el primer puesto y "muy lejos del segundo" que, en este caso, le correspondía a Marbella.
Según el sentir de algunos (es obvio que en estos puntos nunca conseguiremos objetividad); Oviedo es la ciudad en la que mejor se viste de España. Personalmente creo que Ourense le arrebató esta situación de privilegio, y desde la consagración de su elenco de modistas (Adolfo Domínguez, Roberto Verino, etc) que, consciente o inconscientemente, han ido creando escuela y devociones, a la par que espoleando el buen gusto de sus conciudadanos.
Oviedo es una ciudad paseable: más de un centenar de calles peatonales -el porcentaje más alto en relación a la extensión de su casco urbano- la hacen merecedora de tal calificativo.
Una ciudad orgullosa de su pasado: capital de un principado, cuna de un país e incubadora de una corona. Títulos, todos ellos, un tanto "XXL" para sus no más de 200.000 habitantes.
Puede que ya no sea, muy a pesar de Clarín, la "Vetusta" de su novela, aunque sigue siendo posible toparse con alguna que otra "Regenta", y sigan percibiéndose idénticas pasiones que antaño, a flor de esquinas.
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