A lo largo de los últimos meses la crisis económica en la que nos hallamos inmersos ha acabado ocupando casi todos los espacios, desde el de la vacuidad de los bolsillos y el color rojo de las cuentas corrientes de muchos ciudadanos, hasta el de los pensamientos y preocupaciones de una buena parte de las familias de nuestro país. Un tema de tal relevancia, con esa capacidad para inundarlo todo, tenía que llegar a ser también el más mediático: en los telediarios apenas se habla de otra cosa y las preguntas más planteadas, en todos los medios, son aquellas que persiguen las soluciones que habrían de dirigirnos hacia su salida de emergencia.
No niego la lógica y entiendo la necesidad que dotan de prioridad a tales cuestiones, aunque pienso que aquellas otras que no quisimos -o no quisieron- plantearse en su día, no deberían relegarse por más tiempo; tan importante como hallar los parches necesarios para salir de este atolladero es que nos preguntemos el porqué hemos llegado hasta aquí, y porqué no hicimos -o no hicieron- nada en su momento para evitarlo.
A pesar de que han pasado algunas décadas desde que los expertos, definiendo el término, vienen recordándonos la necesidad de mantener un "Desarrollo Sostenido" (Informe Brundtland); nuestros dirigentes hicieron caso omiso permitiendo, con la caída del comunismo, nuestra inmersión en el capitalismo más incontrolado y salvaje. Quizá les justifique ese siete en el tejido del sistema democrático, por el que lo único importante es la reválida de la legislatura que supone la inmediatez de las próximas elecciones. ¿Y para qué?, la respuesta a esta pregunta quizá la encontremos en el hecho de que todos los países del mundo tienen dos tipos de ciudadanos: los gobernados y los gobernantes, siendo la calidad de vida patrimonio de los que integran el segundo grupo, o de los que están más cerca de ellos, independientemente del régimen político.
ESPAÑA IBA BIEN…
Es cierto que en un mundo global la crisis deja de ser un concepto local, aunque la que estamos soportando en nuestro país, con unas connotaciones que le son propias, tiene su origen en aquél "¡España va bien!" que podíamos escuchar de labios de nuestros anteriores dirigentes (*).
Efectivamente, iba bien, pero a costa de:
1/ La inflación atroz que supuso la llegada del Euro, que nuestros políticos maquillaron de manera que no alcanzase a afectar al IPC, por lo que acabó mermando el poder adquisitivo de nuestros salarios.
2/ La ausencia de medidas para frenar una burbuja inmobiliaria que, durante demasiado tiempo ya, marcaba el incremento de unos precios que excedían de las posibilidades de la mayoría.
3/ La permisividad para con el fenómeno de una inmigración que acabó en desproporción.
Estas tres medidas fueron, desde la cortedad del prisma de una persona ajena al mundo de la economía, pan para ayer, hambre para hoy y -en el mejor de los escenarios- un cúmulo de inquietudes para mañana.
Sientan desde aquí, aquellos anteriores dirigentes, todo el sabor ácido de mi crítica; y que no reciban mejor trato los otros, los que estando en la oposición entonces, les sucedieron después: hicieron lo mismo -es decir nada- con el agravante que supone el tener la barrera más cerca.
(*) "De aquellos lodos vienen estos barrizales"
Cándido Méndez, en TVE, año 2.009.
ALGO NO CUADRA…
Pienso en todos mis antepasados, en los tuyos, en una larguísima sucesión de generaciones que han compartido el anhelo de legar algo a su descendencia y me pregunto: ¿de qué han servido todas esas ambiciones?, ¿para qué tantos sacrificios?; ¿qué importa que tus padres heredasen de tus abuelos, tus abuelos de tus bisabuelos y éstos de tus tatarabuelos... si al final, amigo que me lees, como ellos has tenido que empeñar tu vida hasta las cejas para conseguir un cubículo, que a duras penas alcanza a tener 60 metros cuadrados, y que en un descuido nimio puede acabar siendo propiedad del banco de la esquina?...
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