sábado, 26 de junio de 2010

Superstición


Durante el reciente regreso de un viaje a Holanda, sentado ya en el avión y sumido en esa semiausencia que no sé si atribuir a la presión de la cabina, a la proximidad de los cúmulos ó -llana y simplemente- a los escandalosos madrugones que suelen imponernos los aeropuertos, descubrí algo que desconocía a pesar del elevado número de vuelos en mi haber: la ausencia de la fila 13. Horas después, a mi llegada a casa me documenté, comprobando que no son pocas las compañías que rinden tal tributo a la superstición: Ryanair, Iberia ó Alitalia serían algunas de ellas.

La Triscaidecafobia (el miedo al 13) tiene un origen muy discutido. En principio se la suele relacionar con el número de comensales en la Última Cena de Jesucristo, aunque hay evidencias de que tal superstición podría remontarse a tiempos mucho más pretéritos: el Código de Hamurabi, elaborado unos 1.700 años antes y por citar algún ejemplo, omite el número trece en su lista numerada de leyes. Los antiguos egipcios -es otro ejemplo anterior- consideraban que la treceava fase de la vida era la muerte.

Lo cierto es que aún hoy algunos edificios omiten la planta 13, que determinadas ciudades obvian la treceava avenida (como Sacramento, en California), que hay hospitales que carecen de tal habitación, discos en los que no se escucha la pista número 13 (Joaquín Sabina: Alivio de Luto), y competiciones -por terminar la relación, aunque podríamos seguir- en las que no se adjudica este número, evitando lo que podría constituir un detrimento en las posibilidades de los participantes (motociclismo, automovilismo, etc...). 

VIERNES 13
En el siglo XIV, un viernes 13 de octubre de 1.307, Jacques de Molay -el Gran Maestre de la Orden del Temple- y 138 templarios más fueron detenidos por orden del Rey de Francia, Felipe el Hermoso, quien contaba con la complicidad del Papa Clemente V.

Tras ser desposeídos de todos sus bienes, humillados, torturados y finalmente ajusticiados, dieron origen a una de las leyendas más fascinantes de la historia: en la pira, instalada en la isla de los judíos, en medio del Sena, mientras las llamas lo consumían, Molay lanzó una maldición contra quienes les habían conducido hasta el cadalso: no tardarían más de un año en rendir cuentas ante el Juicio Final...

Y así fue: el Papa de Avignón murió un mes y dos días después de las ejecuciones, Nogaret en mayo y Felipe IV cayó desplomado el 29 de noviembre cuando cazaba por los bosques de Fontainebleau, a sólo ocho meses de la muerte de Molay. Su dinastía, la de los Capeto, desaparecería catorce años después. 

Aún siendo muchas las pruebas que apuntalan la posibilidad de que tal número esté gafado, opto por "seguir en mis trece" y persisto en mi actitud de escepticismo respecto de todas las supersticiones...



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