No sé si alcanzaré a explicarme, creedme si os digo que no me resultará fácil: salir a fotografiar a individuos disfrazados, por Carnavales, y captar a uno que sin pretenderlo lo está en una mucho mayor medida que todos los demás, viene a ser como ir de caza y conseguir abatir, de un solo disparo, a un pato desplumado, precocinado y envasado al vacío...
Paradojas de la vida: jamás me hubiera parado a pensar que en esos días, en los que todos se echan a la calle para confundirse con el anónimo jolgorio de chirigotas o charangas, en una clara cesión de individualismo y personalidad, es precisamente cuando un travestido podría salir en busca de la ansiada normalidad que suele negársele.
Al disfrazarnos, lo integramos... Al despersonalizarnos, lo indiferenciamos... Durante unos días y por mediación de nuestro disfraz de cisne, dejó de ser el patito feo en el cuento de nuestra -a veces- demasiado cruel realidad.
...Por un momento hemos conseguido que se sienta como la aguja de nuestro pajar.
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