viernes, 5 de noviembre de 2010

Clitia




Cuenta una antigua leyenda de la mitología griega que un día existió una preciosa doncella llamada Clitia, enamorada tan profundamente de Apolo que pasaba los días, uno tras otro, observando atenta el viaje del dios sol desde que amanecía iluminando la oscura madrugada, a su salida de palacio, hasta que volvía de los lejanos mares del oeste, tiñendoles de colores con el ocaso.

Clitia seguía esta trayectoria con los ojos llenos de esperanzado amor pensando, que tal vez un día, el bello astro dios repararía en ella.

Pasaron los años. Clitia fue languideciendo en su condición de mortal y ese día, lamentablemente nunca llegó. A su muerte, compadecidos, los dioses decidieron transformarla en una hermosa y llamativa flor: el girasol.

Pero, incluso tras la funesta mutación, Clitia no pudo olvidar el objeto de su tan arraigada pasión; y aún ahora, muchos siglos después y como un emblema de la constancia y la fidelidad, sigue dirigiendo constantemente el rostro hacia su luz.




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