lunes, 21 de junio de 2010

Castilla pionera



Castilla sigue siendo hoy, y posiblemente en mayor medida de lo que nunca alcanzó a serlo, la tierra de nadie que limita con los regionalismos; el terruño aglutinador situado en medio de aquellos otros que -por contra- siempre prefirieron abanderar sus diferencias.

No es disparatado pensar que, con el paso del tiempo, el motor centrífugo de su economía se debilitase en el contexto de la hemorragia crónica que supuso la permanente migración de sus gentes, ideas, planteamientos y capitales, hacia aquellas otras que consiguieron cimentar mayores riquezas, en la misma medida en que Castilla fue empobreciéndose.

No le faltó razón a Ortega, aunque entonces y por fortuna aún hoy, la segunda parte de su sentencia no alcanzase a ser más que una profecía: "Castilla hizo a España y Castilla la deshizo"... Pero más tuvo Sánchez Albornoz al corregirla, años más tarde: "Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla". En efecto, y aunque históricamente se le acusó de ser un yugo para otras regiones, la realidad nos dice que Castilla ha sido la que más ha sacrificado, compartido y perdido con el centralismo y en favor de las comunidades litorales. 


PLANTEAMIENTOS DEMOCRATICOS
Aún anclada en un arraigadísimo medioevo, sus órdenes jerárquicos bien establecidos y consolidados en la permanente amenaza que supone la beligerante Reconquista, Castilla alcanza a ser pionera en lo que a desarrollo de planteamientos democráticos se refiere.

La primera unión de los reinos históricos de Castilla y de León se produjo al heredar Fernando I la Corona de Castilla, en 1037; tras una posterior separación de cuarenta años (1157-1197), su segundo y definitivo matrimonio se consolida bajo el reinado de Fernando III el Santo. Las Cortes de Castilla y León pueden vanagloriarse de ser una de las instituciones de representación en sede parlamentaria más antiguas de Europa; antes que en ningún otro lugar del viejo continente, su composición contará con representantes de las ciudades y de las villas, como consejeros naturales del rey, y al lado de los tradicionales estamentos del Clero y de la Nobleza.

La primera asamblea de la que se tenga constancia escrita se la debemos a Alfonso IX de León en el año 1188; después otras se sucederían en 1202, 1208, etc... todas ellas constituirán el antecedente más remoto de la tradición parlamentaria europea.

Evidentemente las Cortes medievales guardan poco parecido con las actuales. A diferencia de éstas, ni fueron democráticas ni representaron directamente al pueblo. La Revolución Francesa, y con ella, las bases del actual parlamentarismo, tardarían aún muchos siglos en llegar.



LAS CASAS DEL TRATADO
El día 7 de Julio de 1494, en Tordesillas, Castilla y Portugal firmaban un tratado que dividiría el océano Atlántico a través de una hipotética "línea" que, yendo de polo a polo, pasaría a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. El territorio situado a la izquierda de esa línea (el hemisferio occidental) le correspondería a España, el de la derecha (hemisferio oriental) a Portugal.

De este modo los Reyes Católicos y Juan II de Portugal organizan sus descubrimientos y los posibles, en lo que entonces resultaba un "mundo conocido" en clara expansión.

Este tratado de partición oceánica supone un hecho sin precedentes: fue el primer acuerdo de no agresión entre dos países que fragmentaban el globo en zonas de influencia, y que acabaría configurando la América del Sur que actualmente conocemos.

El mismo día y también en Tordesillas, ambas potencias firman otro tratado que resolvía un viejo litigio respecto de sus intereses africanos y que justificaba, a la par que complementaba, al tratado oceánico.




Los Tratados de Tordesillas expresaban la voluntad de esquivar un conflicto; sin ellos, y a pesar de las multitudes transgresiones por ambas partes, ni Castilla ni Portugal hubieran podido dar sentido de continuidad a sus empresas ultramarinas, ni Iberoamérica sería lo que es hoy.

El marco para tan importantes acuerdos lo constituyeron estos dos palacios, situados junto a la Iglesia de San Antolín, que podemos ver en las fotos que suceden a estas líneas, y que hoy se conocen como "las casas del Tratado".




LA PRIMERA REVUELTA
En septiembre de 1517 Carlos I desembarca en el puerto de Tazones (Asturias) y para hacerse cargo del Reino de España, sucediendo a su madre Juana quien, en su enajenación, permanecía encerrada en Tordesillas. 

Apenas tenía 17 años y su interés por España no parecía ir mucho más allá de su afán recaudador, justificado en las enormes sumas necesarias para inclinar la consideración de los Príncipes Electores, quienes habrían de coronarle Emperador de Alemania. Otra evidencia de su desinterés reside en sus primeros nombramientos, mediante los cuales acabaría situando a sus consejeros flamencos en los puestos más relevantes de nuestro país. 

Este desdén por lo español, agravado por una incesante subida de impuestos y confirmado en sus permanentes ausencias, acabará cristalizando en el núcleo de un descontento que estallará en una primera revuelta en Toledo, encabezada por Juan de Padilla, y a la que pronto se sumaran numerosas ciudades: Ávila, Burgos, Cuenca, Guadalajara, Salamanca, Segovia, Valladolid, Zamora...

Los motines son liderados por los sectores más liberales de las oligarquías urbanas, los clérigos y algunos nobles. Entre los sublevados destacan el ya mencionado toledano Juan de Padilla, el segoviano Juan Bravo y Francisco Maldonado, este último salmantino.

El 29 de julio de 1520 se constituye la Junta de Comuneros -en Ávila- quien erigiéndose en Gobierno legítimo, rompe institucionalmente con un Carlos I que no tardará en hacer sus primeras concesiones: las promesas de volver cuanto antes a España, de no recurrir a extranjeros para los cargos públicos y aliviar la presión fiscal. Adriano de Utrecht, representante del emperador en España, ofrece la posibilidad de deponer las armas a unos rebeldes que se decantaron por seguir siéndolo.

El 23 de abril de 1521, tras no pocas batallas, las tropas imperiales acabaron derrotando al ejército comunero en Villalar, y apresando a sus cabecillas. Padilla, Bravo y Maldonado fueron decapitados al día siguiente en la plaza de este mismo pueblo, el lugar en el que hoy podemos ver el monolito que se levantó en su memoria. Antes de subir al cadalso Padilla diría: "Señor Bravo: ayer era día de pelear como caballero... hoy es día de morir como cristiano"

La ejecución acabó con las revueltas, que persistieron únicamente en Toledo, ciudad en la que María Pacheco, esposa de Padilla, tomó el relevo contestatario con una energía tal que le hizo merecer el apelativo de "la leona de Castilla".

Para la posteridad nos dejaron este relato, el que narra los avatares de la que fue la primera revolución de la edad moderna. Mas la Historia, para bien o para mal, la escriben los vencedores, motivo que bien podría explicar ese cierto desconocimiento de los hechos por parte de una buena parte de los actuales castellanoleoneses, así como la simbólica pobreza del monolito de Villalar.

Mucho después de esta revolución, 268 años más tarde, los franceses iniciaron la suya consagrándoles la victoria y una gloria que no pretendo entender como desmerecida, aunque sí postrera. En ese intermedio los españoles aún tuvimos tiempo para preparar alguna más, y que sirva el ejemplo del motín que contra Esquilache y sus dictados de pasarela comenzó en Madrid, que a la postre es Castilla, 20 años antes de la simbólica toma de La Bastille.

En 1.932 Villalar pasa a ser "...de los Comuneros". En su término, cada 23 de abril, Castilla y León celebra actualmente, y desde hace 22 años ya, el día de la Comunidad.


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