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Hoy volví a disfrutar con las casi tres horas de Avatar, en una reedición que incluía escenas inéditas, pocos meses después de su estreno. Mi valoración de la obra maestra de James Cameron choca frontalmente con el hecho de que la Academia acabase otorgando el Oscar a la mejor película a "En tierra hostil", rodada por su ex-esposa, que pasó sin pena ni gloria y de la que apenas se ha vuelto a hablar más que en estos términos: "Hollywood fue la tierra hostíl, para Cameron. "
Esta noche he vuelto a pensar que esta película marcará un hito en la historia del séptimo arte por lo que cuenta, por como lo cuenta y porque consigue despertar lo que parecía dormido desde mi más tierna infancia: la capacidad de mi imaginación para aletear por encima de la techumbre de una sala de proyecciones.
Avatar, la que finalmente no fue elegida Mejor Pelicula del Año, supondrá un punto de inflexión en la historia del cine. Habrá un antes y un después de Pandora: en pocas décadas, la gran mayoría de las historias nos serán contadas desde el código binario y por personajes virtuales. Abandonarán el actual estigma de ser cuentos pseudoinfantiles (Toy Story, Shrek...) para consagrarse como la normalidad del celuloide.
Los grandes actores perderán sus ingresos multimillonarios, la posibilidad de promocionarse a través de sus extravagancias o mediante obras de caridad más o menos medidas e interesadas. Habrán de resignarse a ser, en el mejor de los casos, la sombra que pone voz y gesto a un avatar y como paso previo a su nostálgico aparcamiento en la galería de los antiguos oficios.
Los divos de la pantalla han empezado a ser de vinilo, Avatar activó la cuenta atrás...
Avatar, la que finalmente no fue elegida Mejor Pelicula del Año, supondrá un punto de inflexión en la historia del cine. Habrá un antes y un después de Pandora: en pocas décadas, la gran mayoría de las historias nos serán contadas desde el código binario y por personajes virtuales. Abandonarán el actual estigma de ser cuentos pseudoinfantiles (Toy Story, Shrek...) para consagrarse como la normalidad del celuloide.
Los grandes actores perderán sus ingresos multimillonarios, la posibilidad de promocionarse a través de sus extravagancias o mediante obras de caridad más o menos medidas e interesadas. Habrán de resignarse a ser, en el mejor de los casos, la sombra que pone voz y gesto a un avatar y como paso previo a su nostálgico aparcamiento en la galería de los antiguos oficios.
Los divos de la pantalla han empezado a ser de vinilo, Avatar activó la cuenta atrás...
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