martes, 25 de diciembre de 2018

Versalles



Hablar de Versalles es referirnos al palacio más emblemático del mundo, no en vano fue el primero de lo que acabaría siendo una larga lista de suntuosas residencias de Reyes Absolutistas, inspiradas en él...

Pero hablar de Versalles es hacerlo también de un estilo de vida, que acabaría legándonos muchas de las cosas que hoy conocemos como manifestaciones del lujo, desembocando después en la revolución de un pueblo sumido en la opresión y ahogado por la miseria... En cierto modo es a Versalles a quien debemos cosas como la democracia o la libertad, pero también otras como los desfiles de moda, el shopping, la alta cocina, la cosmética o el ballet, tal y como las conocemos hoy. 

Por seguir citando alguna: Luis XIV fue pionero en la tendencia de llevar peluca a lo largo de parte de nuestra historia... El rey era calvo por culpa de unas fiebres tifoideas pasadas en su adolescencia, por tal motivo llegaría a acumular en su haber más de 1.500 pelucas... No obstante y a pesar de tanto lujo, la higiene no habría de hacer acto de presencia hasta pasados algunos siglos más, conclusión que se deriva del hecho de recordar que "Luis el Grande" tan sólo se bañó 43 veces en los 77 años de su dilatada vida... Se entenderá así que las pelucas fueran nidos de pulgas, piojos y demás residentes, que obligarían al Rey a colocarse un filete de carne cruda bajo la peluca y con el fin de atraer o desviar la atención de tanto bicho... Este detalle quizá nos explique el que, según los evolutivos postulados de la moda, las pelucas tendiesen a ser cada vez más altas, obligando a replantear la altura de determinadas puertas... (leer sobre el cabello de María Antonieta).

Sirva también para ilustrar el calado de la influencia de Versalles en el mundo occidental, el que el mismísimo Luis XIV fuese el autor de una de las primeras guías turísticas acerca de los encantos de las ciudad de París o la forma de mostrar Versalles a sus visitantes.


Luis dictó las extravagancias de su absolutismo desde este palacio, que empezó siendo el pabellón de caza de su padre Luis XIII y en el que probablemente fuese concebido el Rey Sol. En su diseño de Versalles predomina un concepto: la de un Rey/Estado elegido por Dios; la de un Rey/Sol en torno a quien girarían todos los planetas.

Según Luis XIV a los amigos había que tenerles cerca pero más aún a los enemigos, por eso la nobleza fue invitada a venir a Versalles, para estar más cerca del Rey cuanto mayor fuese la consideración con la que contasen por parte del Monarca. Esto le permitiría vigilar a su corte cual pastor controlando a su ganado... Alrededor del monarca, entre el palacio y el pueblo llegaron a residir 5.000 nobles, que requerirían de los servicios de 15.000 criados.

Desde su más tierna infancia (La Fronda), por cuantos ataques recibió contra su persona y bajo la forma de insurrecciones, complots y atentados, Luis fue de naturaleza desconfiada. Por eso la vida en Versalles estuvo coreografiada todo el día y al minuto, con el Rey Sol interpretando el papel principal en tanto que los nobles del reino, antaño poderosos, tenían suerte si podían ejercer de simples figurantes. El Rey les anuló mediante elaborados entretenimientos y costosos placeres, sometiéndoles a complicados rituales de etiqueta. Mientras estuviesen bajo la atenta mirada del Monarca, ayudándolo a vestirse, sujetando su orinal, viéndole desayunar o comer, aprendiendo sus pasos de baile, correteando tras él en sus paseos por el jardín o quedándose sin blanca en los juegos de mesa... Mientras se mantuviesen entretenidos en estas minucias, no se reunirían a conspirar contra él...

Pero el Palacio no sólo fue un lugar para el control de la nobleza, también sería una plataforma internacional de propaganda y de poder: más crecía Versalles, más fuerte era el Rey y con él: más fuerte Francia.

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