La Real Fábrica de Tabacos es uno de los edificios (herreriano renacentista) más emblemáticos de Sevilla. Hoy por hoy, por ser la sede del Rectorado de la Universidad, alberga el día a día, las penas y glorias de profesores y estudiantes, aunque antaño dio cobijo a los cigarreros (1620-1812), dedicados a la fabricación de manufacturados del tabaco, primero en polvo (rapé), más tarde de habanos y finalmente cigarrillos.
El exclusivo consumo y precio que comenzó teniendo el rapé, explica que el recinto se encuentre fortificado, repleto de garitas, fosos y toda suerte de elementos disuasorios de la eventualidad de posibles robos...
Con el tiempo, los incrementos de la producción y su repercusión sobre las condiciones salariales, se impondrían sobre la calidad de los cigarros... Producción, salarios y calidad, motivaron frecuentes tensiones y desencuentros entre los trabajadores y los responsables de la dirección del centro...
A principios del XIX, el aumento de la demanda de cigarros en detrimento de la del polvo, la democratización en el consumo y otras circunstancias de índole socioeconómica, como la Guerra de la Independencia contra el invasor francés, provocaron el despido de 700 cigarreros y la decisión de contratar, desde ese momento, a mujeres en sus puestos.
Las condiciones laborales y salariales de las cigarreras fueron terribles y en nada envidiables. La necesidad de una producción mínima diaria para llegar a cobrar les obliga a organizarse en lo que podría ser la primera asociación de mujeres trabajadoras conocida, anterior incluso a las famosas sufragistas inglesas.
Menos mal que les quedaban "los tarugos", elaborados con tripa de carnero que, rellenos de tabaco y para evitar ser descubiertas en los frecuentes registros, llegaban a introducirse hasta por el recto...
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Las condiciones laborales y salariales de las cigarreras fueron terribles y en nada envidiables. La necesidad de una producción mínima diaria para llegar a cobrar les obliga a organizarse en lo que podría ser la primera asociación de mujeres trabajadoras conocida, anterior incluso a las famosas sufragistas inglesas.
Menos mal que les quedaban "los tarugos", elaborados con tripa de carnero que, rellenos de tabaco y para evitar ser descubiertas en los frecuentes registros, llegaban a introducirse hasta por el recto...
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Llevan las cigarreras
en el rodete
un cigarrito habano
para su Pepe
en el rodete
un cigarrito habano
para su Pepe
En su haber las cigarreras cuentan con una de las primeras huelgas de mujeres (esta semana acabamos de vivir una huelga feminista pero recordemos que a mediados del siglo XIX estaban absolutamente prohibidas). Los que entonces fueran poco más de 150 hombres cuya labor era la de vigilarlas, se revelaron como insuficientes para reprimir las manifestaciones y reivindicaciones de unas 3.000 mujeres, por lo que se hizo necesario reclutar a 300 hombres más, de entre la población sevillana...
El problema es que muchos de estos represores eran los hijos, sobrinos, hermanos o incluso nietos de las cigarreras, con lo que ya imagináis el desenlace...
Va Carmen la cigarrera presumiendo por la calle.
Con su flor en su pechera y el mantón cruzado al talle.
Por verla en el altozano los hombres se arremolinan.
Y civiles y gitanos se asoman a las esquinas.
Va Carmen dale que toma al abanico en su mano.
Y al pasar deja un aroma a clavel y puro habano.
Cuando va cruzando el puente la cigarrera gitana.
Le dice ole la corriente entre Sevilla y Triana.
Debemos a la figura de estas reivindicativas mujeres una magistral obra como la de Carmen, que inicialmente conocimos de la mano del novelista francés Prosper Mérimée y que acabaría siendo una afamadísima Ópera en el alma de Georges Bizet.
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