"Si te alegras porque es viernes,
quizá sea porque ha llegado el momento
de plantearte cambiar de trabajo"
(Steve Jobs)
Hace pocas semanas, un mundo global de comunicaciones lloraba por la muerte del creador de Apple, en lo que parecía una recopilación de grandilocuentes calificativos: "ejemplar", "extraordinario", "magnífico", "inspirador". Pudimos leer incluso: "un hombre que quiso dar amor en su dedicación a satisfacer a las masas", "pionero", "visionario", "digno de admiración, respeto y agradecimiento", y un colmo de "fuente de inspiración para los emprendedores españoles", "gran creador de puestos de trabajo"... etc
Con la circunstancia del final se perseguía su canonización, desde el establishment empresarial estadounidense, recurriendo al mito del self-made man de pasado humilde, vida ejemplar y maravillosos logros, a los que de algún modo impulsaría la filantropía...
Una vez más y como casi siempre que contemplamos obras sublime, nos olvidamos que tras la sombra de una grandiosa imagen probablemente se oculten aspectos como la miseria de la explotación ó la infamia del sufrimiento.
Por todo esto me dispongo a hacer lo que preconizaba el mítico spot de la marca norteamericana de la manzana, el cual, dicho sea de paso e inicialmente, cuando le fue presentado, no pareció entusiasmar demasiado a nuestro magnate.
Por todo esto me dispongo a hacer lo que preconizaba el mítico spot de la marca norteamericana de la manzana, el cual, dicho sea de paso e inicialmente, cuando le fue presentado, no pareció entusiasmar demasiado a nuestro magnate.
Comenzaremos diciendo que Apple, la empresa de Jobs, no fabricaba en EEUU sino en Shenzen, una ciudad conocida como la Silicon Valley china, en la que 420.000 trabajadores vivían unas condiciones que se aproximaban a las de la esclavitud: 16 horas al día, 6 días a la semana, cadenas de montaje cuasi militarizadas, impregnadas en un ambiente de terror que ha sido bien documentado por la obra de Mike Daisey (The agony and the ecstasi of Steve Jobs).
Tales condiciones laborales acabarían explicando su fortuna personal (que se estimó en unos 8.500 millones de dólares) y el anormal número de suicidios entre sus trabajadores, que llegó a ser denunciado por varias organizaciones internacionales.
La manzana estaba podrida, en su cara oculta se alojaban los gusanos de la ambición y del desprecio que este individuo sentía por los derechos de la clase trabajadora.
Steve Jobs no fue hombre dado a las donaciones, al altruismo ni a la caridad: no se le conocen estas tendencias y sí se sabe, por el contrario, de alguna que otra crítica por parte de Jobs hacia las frecuentes obras benéficas de su eterno competidor, Bill Gates.
La manzana estaba podrida, en su cara oculta se alojaban los gusanos de la ambición y del desprecio que este individuo sentía por los derechos de la clase trabajadora.
Steve Jobs no fue hombre dado a las donaciones, al altruismo ni a la caridad: no se le conocen estas tendencias y sí se sabe, por el contrario, de alguna que otra crítica por parte de Jobs hacia las frecuentes obras benéficas de su eterno competidor, Bill Gates.
Porque antes que empresario hay que ser siempre persona: dejémos las alabanzas para acreedores más fiables de tales reconocimientos, derrumbemos los altares que algunos se empeñan en construir para la ocasión y, sin rasgarnos las vestiduras, permitamos que la muerte cumpla con su cometido igualitario y democratizador.
En este sentido quisiera aplaudir la iniciativa de la revista TIME, que recientemente reconoció como "personaje del año 2.011" a quienes constituirían la cruz de esta moneda: los indignados en general, los manifestantes contra la dictatorial y ultrajerarquizada concepción que individuos como Jobs, tuvieron y tienen de esta sociedad de castas.
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