La foto más afortunada del muro de Berlín quizá sea la de su inexistencia, y esto es lo que trato de ilustraros con la que adjunto, que hice hace algunos años ya, en el momento de su retirada.
La zanja que podéis ver corresponde a los tramos más simbólicos de esta frontera maldita: a pocos metros de la puerta de Brandemburgo.
En cuanto a lo que experimenté allí, ¿qué deciros?... Pocas ciudades transmiten tantos sentimientos, tantas emociones... Berlín es -y lo será durante mucho tiempo, aunque nos empeñemos en retirar hasta los cimientos de este pasado reciente- una página viva de nuestra historia contemporánea.
Un lugar que evoca tantas y tantas cosas: dos guerras mundiales, un genocidio, una larga guerra fría, miles de dramas familiares y personales... Y en esta instantánea se intenta arrancarlas todas, desde la raíz de nuestra memoria colectiva....
La zanja que podéis ver corresponde a los tramos más simbólicos de esta frontera maldita: a pocos metros de la puerta de Brandemburgo.
En cuanto a lo que experimenté allí, ¿qué deciros?... Pocas ciudades transmiten tantos sentimientos, tantas emociones... Berlín es -y lo será durante mucho tiempo, aunque nos empeñemos en retirar hasta los cimientos de este pasado reciente- una página viva de nuestra historia contemporánea.
Un lugar que evoca tantas y tantas cosas: dos guerras mundiales, un genocidio, una larga guerra fría, miles de dramas familiares y personales... Y en esta instantánea se intenta arrancarlas todas, desde la raíz de nuestra memoria colectiva....
Durante muchos años, tras la caída del Muro (Mauer), pudieron verse imágenes como ésta: instantáneas en las que el contraste se erigía como el principal protagonista que destacaba sobre un fondo que había dejado de ser ciudad para convertirse, por la concentración y la magnitud de las obras, en algo más parecido a una cantera o a un campo de trabajo.
Los frescos y renovadores vientos de nuestras sociedades consumistas volvían a soplar en la pésimamente llamada República Democrática. Tras 40 años en silencio, acumulando polvo, telas de araña y alguna que otra carcoma, el reloj del tiempo volvía a ponerse en hora en Berlín Oriental.
Puestos a buscar las fuentes últimas que justificaron este siete, en el tejido de nuestra historia, y por encima de las acentuadas discrepancias ideológicas, que sin duda existieron en la raíz del problema, encontraríamos intolerancia e intransigencia, los detonantes de la mayoría de nuestras confrontaciones.
En todos sus accesos la hipocresía se hacía lema: "Arbeit Macht Frei" (El trabajo te hace libre), una frase que sólo acabas entendiendo tras visitar las ruinas de sus hornos crematorios: morir, aún de la forma más horrible, suponía la liberación de estas pobres víctimas que escapaban -por fin- del yugo de tan miserables verdugos.
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