Si te gusta pasear, cámara en ristre, buscando detalles con los que aliviar el fuego de tu curiosidad...
Detalles que luego sometes a la lupa de tu consideración, analizándolos de arriba a abajo, de abajo a arriba, magnificándolos, girándolos para estudiarlos desde todos los ángulos y perspectivas...
Pronto llegarás a la conclusión de que para ese, el mejor análisis que persigues, es necesario acudir a la visión de conjunto, la que sólo se consigue con la distancia...
Con no poca frecuencia en la vida ocurre lo mismo, o cuando menos algo parecido: la cercanía en sí misma puede constituir problema para una adecuada comprensión... Algo a lo que el apelativo de PRESBICIA EXISTENCIAL le iría como un anillo al más pintado de sus dedos...
En la última imagen, que captamos a lo largo de un paseo dominical por las serpenteantes, congestionadas y no muy limpias callejuelas del viejo Rastro Madrileño, entendemos la ironía de leer la frase mural en un contexto de lógica costumbrista, algo que bien puede ser interpretado, a título póstumo, como un comentario de protagonista del último sainete de Carlos Arniches.
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