domingo, 6 de mayo de 2012

Sutiles con la inocencia


El avión acababa de aterrizar en el aeropuerto de Asturias, tras sortear las nubes que acompañaron sus maniobras de aproximación... Era una lluviosa tarde de otoño, hace ahora algunos años.
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Regresaba de una de las múltiples y periódicas reuniones a las que me obligaba mi ocupación de entonces, agotado de haber permanecido escuchando, sentado, durante varios días que entonces se me antojaban interminables.
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Como eterno se hace el silencio en un taxi que ha de conducirte a lo largo de los 53 kilómetros que separan a Oviedo del aeropuerto; demasiados de lo que entonces era una mala carretera y que colocaban a la capital del principado en situación de ser la más alejada, de cuantas en la península disponen de aeropuerto.  

-. ¿Qué? ¿Qué le han parecido los resultados de las últimas elecciones?
Decidí iniciar una conversación sobre un tema que habría de resultar interesante a mi taxista, sí o sí, habida cuenta de que en su vehículo se hacía ostentación de una cierta simbología comunista.
-. ¿Qué se le va a hacer, fíu?... ¡No yé buen momento pa la izquierda, oh!

Por lo que fui deduciendo de nuestra charla, lo que ese hombre sentía por la Izquierda más radical era de una evidencia encarnecida y enraizada en lo pasional, un tipo de convencimiento absolutamente ajeno al habitual alineamiento o simpatía que los más venimos sintiendo hacia una u otra ideología. Por la entrañable historia que compartió conmigo, a lo largo de los últimos kilómetros, acabé entendiendo los condicionantes...


"Era yo un guaje, apenas contaba con 14 o 15 años, cuando desde la aldea bajé con un amigo hasta las fiestas patronales del pueblo. Paseando entre los puestos de los feriantes encontré una cadena de la que pendía un colgante; aquello me pareció tan guapo que acabé llevándolo todo el día alrededor del cuello... 

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Unas horas después, cuando nos disponíamos a abandonar la fiesta, una pareja de la Guardia Civil nos detuvo preguntándome: 
- ¿Qué llevas ahí, rapaz?... 

Yo no supe responder, en realidad no sabía qué puñetas era lo que había encontrado. Nos llevaron hasta el cuartelillo y fue tal la paliza que nos propiciaron, que aún no he conseguido olvidarla... 


Más tarde supe que lo que había encontrado era el emblema del Partido Comunista, la hoz y el martillo... ¡Desde entonces y por la injusticia, tengo el corazón más a la izquierda que La Pasionaria!... "


Sirva este recuerdo a modo de parábola, de fábula de la que deseo que, de cara a los próximos y anunciados asentamientos callejeros del movimiento 15-M, aquellos que manejan el joystick que controla las fuerzas de orden público extraigan la oportuna lectura, el aliento que les lleve a apostar por la sutileza que requiere el trato con la justa inocencia.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Relatado como una historia con moral ideológica , excelente !!!