El avión acababa de aterrizar en el aeropuerto de Asturias, tras sortear las nubes que acompañaron sus maniobras de aproximación... Era una lluviosa tarde de otoño, hace ahora algunos años.
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Regresaba de una de las múltiples y periódicas reuniones a las que me obligaba mi ocupación de entonces, agotado de haber permanecido escuchando, sentado, durante varios días que entonces se me antojaban interminables.
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Como eterno se hace el silencio en un taxi que ha de conducirte a lo largo de los 53 kilómetros que separan a Oviedo del aeropuerto; demasiados de lo que entonces era una mala carretera y que colocaban a la capital del principado en situación de ser la más alejada, de cuantas en la península disponen de aeropuerto.
-. ¿Qué? ¿Qué le han parecido los resultados de las últimas elecciones?
Decidí iniciar una conversación sobre un tema que habría de resultar interesante a mi taxista, sí o sí, habida cuenta de que en su vehículo se hacía ostentación de una cierta simbología comunista.
-. ¿Qué se le va a hacer, fíu?... ¡No yé buen momento pa la izquierda, oh!
Por lo que fui deduciendo de nuestra charla, lo que ese hombre sentía por la Izquierda más radical era de una evidencia encarnecida y enraizada en lo pasional, un tipo de convencimiento absolutamente ajeno al habitual alineamiento o simpatía que los más venimos sintiendo hacia una u otra ideología. Por la entrañable historia que compartió conmigo, a lo largo de los últimos kilómetros, acabé entendiendo los condicionantes...
"Era yo un guaje, apenas contaba con 14 o 15 años, cuando desde la aldea bajé con un amigo hasta las fiestas patronales del pueblo. Paseando entre los puestos de los feriantes encontré una cadena de la que pendía un colgante; aquello me pareció tan guapo que acabé llevándolo todo el día alrededor del cuello...
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Unas horas después, cuando nos disponíamos a abandonar la fiesta, una pareja de la Guardia Civil nos detuvo preguntándome:
- ¿Qué llevas ahí, rapaz?...
Yo no supe responder, en realidad no sabía qué puñetas era lo que había encontrado. Nos llevaron hasta el cuartelillo y fue tal la paliza que nos propiciaron, que aún no he conseguido olvidarla...
Más tarde supe que lo que había encontrado era el emblema del Partido Comunista, la hoz y el martillo... ¡Desde entonces y por la injusticia, tengo el corazón más a la izquierda que La Pasionaria!... "
Sirva este recuerdo a modo de parábola, de fábula de la que deseo que, de cara a los próximos y anunciados asentamientos callejeros del movimiento 15-M, aquellos que manejan el joystick que controla las fuerzas de orden público extraigan la oportuna lectura, el aliento que les lleve a apostar por la sutileza que requiere el trato con la justa inocencia.
Como eterno se hace el silencio en un taxi que ha de conducirte a lo largo de los 53 kilómetros que separan a Oviedo del aeropuerto; demasiados de lo que entonces era una mala carretera y que colocaban a la capital del principado en situación de ser la más alejada, de cuantas en la península disponen de aeropuerto.
-. ¿Qué? ¿Qué le han parecido los resultados de las últimas elecciones?
Decidí iniciar una conversación sobre un tema que habría de resultar interesante a mi taxista, sí o sí, habida cuenta de que en su vehículo se hacía ostentación de una cierta simbología comunista.
-. ¿Qué se le va a hacer, fíu?... ¡No yé buen momento pa la izquierda, oh!
Por lo que fui deduciendo de nuestra charla, lo que ese hombre sentía por la Izquierda más radical era de una evidencia encarnecida y enraizada en lo pasional, un tipo de convencimiento absolutamente ajeno al habitual alineamiento o simpatía que los más venimos sintiendo hacia una u otra ideología. Por la entrañable historia que compartió conmigo, a lo largo de los últimos kilómetros, acabé entendiendo los condicionantes...
"Era yo un guaje, apenas contaba con 14 o 15 años, cuando desde la aldea bajé con un amigo hasta las fiestas patronales del pueblo. Paseando entre los puestos de los feriantes encontré una cadena de la que pendía un colgante; aquello me pareció tan guapo que acabé llevándolo todo el día alrededor del cuello...
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Unas horas después, cuando nos disponíamos a abandonar la fiesta, una pareja de la Guardia Civil nos detuvo preguntándome:
- ¿Qué llevas ahí, rapaz?...
Yo no supe responder, en realidad no sabía qué puñetas era lo que había encontrado. Nos llevaron hasta el cuartelillo y fue tal la paliza que nos propiciaron, que aún no he conseguido olvidarla...
Más tarde supe que lo que había encontrado era el emblema del Partido Comunista, la hoz y el martillo... ¡Desde entonces y por la injusticia, tengo el corazón más a la izquierda que La Pasionaria!... "
Sirva este recuerdo a modo de parábola, de fábula de la que deseo que, de cara a los próximos y anunciados asentamientos callejeros del movimiento 15-M, aquellos que manejan el joystick que controla las fuerzas de orden público extraigan la oportuna lectura, el aliento que les lleve a apostar por la sutileza que requiere el trato con la justa inocencia.
1 comentario:
Relatado como una historia con moral ideológica , excelente !!!
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