En tiempos como los que vuelan, en los que el número de divorcios supera ampliamente al de nuevos matrimonios, este simbólico y relativamente nuevo ritual puede resultarnos aún más impactante, más romántico y sorprendente si cabe...: el simbolismo de unir dos candados (un tú y yo) a un puente (la vida), tirando posteriormente las llaves al río, representa la necesidad de seguir creyendo que, en el seno de la pareja, aspectos como la fidelidad y la lealtad son intemporales... De seguir abrazados a la idea de la indisolubilidad del matrimonio y a la certeza de que el amor verdadero es un sentimiento eterno.
La costumbre nació en la no menos eterna Roma, probablemente en la tercera farola de su viejo Ponte Milvio, siguiendo a los protagonistas de la famosa novela "Tengo ganas de ti", de Federico Moccia. Desde allí no tardó en comenzar su propagación por todas las ciudades del mundo.
En París, la ciudad del amor, por antonomasia, los candados se amontonan en los laterales de la Pasarela del Pont des Arts, entre la Academia y el museo del Louvre...
En Madrid el "candadismo" comenzó, no sin cierta timidez, alrededor de la estatua ecuestre desde la que Felipe III vigila nuestra Plaza Mayor.
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