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Al contemplar esta imagen puede que nuestra fantasía nos lleve a pensar en alguna de estas cosas:
-. Se trata de un aparcamiento de bicicletas, en las proximidades de una iglesia...
-. Se trata de un aparcamiento de bicicletas, en las proximidades de una iglesia...
-. Se trata de la tumba de algún perverso, del que debemos evitar que vuelva a importunarnos o molestarnos...
Y no, ya entenderéis que no es ninguna de estas ideas un tanto fantasiosas, sino algo mucho más prosaico...
Pensemos que, a lo largo de la historia, fue necesario evitar, con relativa frecuencia:
-. el saqueo de tumbas, en busca de objetos de valor.
-. el saqueo de tumbas, en busca de objetos de valor.
-. o simple y llanamente: el robo de cadáveres.
¿Y para qué?, os preguntaréis:
-. Para estudiarlos... En este sentido cabe mencionar al movimiento de los anatomistas, de entre los que se hace necesario destacar, por ser tema particularmente morboso, a los resurreccionistas (sack-em-up men), quienes, convencidos de la posibilidad de rescatarnos de la muerte, pretendían conseguir su propio Frankenstein, remedando a Mary Shelley (siglo XIX).
-. Para obtener un beneficio con la venta de, por ejemplo, sus dientes, un mercado particularmente floreciente desde el siglo XVII.
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Precisamente y para evitar estas cosas se inventaron los "Mortsafe", que adoptaron no pocas formas: desde la losa pesada que ya se vino empleando en el neolítico y la antigüedad, hasta procedimientos más sofisticados, como el que podemos ver en la cabecera de este capítulo.
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