Hoy por hoy, el interior de
Gran Vía 32 lo ocupan nuevamente unos almacenes, los de la marca irlandesa “Primark”,
con un éxito, expresado en sus miles de visitas diarias, que le hace sombra a
cualquier proyecto anterior.
Con tantos cambios y de tanto
renacer, no resulta de extrañar que en la cúpula de esta finca luzca la estatua
del “Ave Fénix”, la cual, según contaba la leyenda, renacía de sus cenizas tras
cada fallecimiento. La escultura es obra nada menos que del gran Mariano
Benlliure, que también representa a Endimión, subido a lomos del animal mitológico.
Pero ahora vamos, si me lo
permitís, a cambiar de acera; crucemos hasta la de enfrente, al edificio número
31 de esta misma calle, en cuya altura vemos representada otra escultura
mitológica: la de “Diana Cazadora”. Esta diosa aparece acompañada de cinco
perros y lanzando flechas con su arco.
La mitología nos cuenta la historia de amor de Diana y Endimión. “Una noche de verano, Diana observó desde el cielo a Endimión, un bello pastor que dormía cerca de su rebaño. La diosa se enamoró perdidamente del pastor, con tan solo mirarle, y se acercó para besarle. Cuando Endimión se despertó quedó deslumbrado por la belleza de Diana. Esta huyó y él creyó que todo había sido un sueño.
Noche tras noche se repetía la misma escena. Cuando Zeus, su padre, se enteró de lo que ocurría, se enfadó tanto que envió al Ave Fénix a secuestrar a Endimión, para que su hija no se le acercara, pues ella había hecho voto de castidad. Diana, sin embargo, no quería renunciar a su amor, por ello comenzó a lanzarle flechas al Ave Fénix, con la intención de rescatar a su enamorado".
Esta historia es la que explica el porqué de estas dos esculturas en la Gran Vía. Algunas de las flechas de Diana cayeron sobre la acera. Estas son las que se pueden observar paseando por la Gran Vía, a la altura de las puertas de acceso al concurrido Primark.
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