sábado, 21 de abril de 2018

La estatua de la Libertad española



La primera intención de construir un Panteón de Ilustres salió de las Cortes Generales en 1837, cuando se decidió reconvertir la Iglesia de San Francisco el Grande para tal cabida y a tal fin. Los primeros personajes serían propuestos por la Real Academia de la Historia, los demás: elegidos por las Cortes pasados cincuenta años desde su fallecimiento.

Muchos de los restos buscados no fueron hallados, como los de Cervantes, Lope de Vega, Vives, Herrera, Velázquez, Tirso... Tampoco se encontraron los de Don Pelayo, el Cid, Guzmán el Bueno, Murillo, Jovellanos, Campomanes o Goya... 

No obstante y a pesar de las dificultades, en junio de 1869 se inauguró el Panteón con los restos de Mena, Garcilaso, Ercilla, Gravina, Ventura Rodríguez o Juan de Villanueva, entre otros, que se llevaron en comitiva, a lo largo de cinco kilómetros de carruajes fúnebres que desfilaron acompañados de música, unidades del ejercito, religiosos, políticos e intelectuales. Fueron depositados en una capilla, aunque años después devueltos a sus respectivos orígenes, por lo que la idea de crear un primer Panteón Nacional acabaría pronto.

Más tarde, desde el deseo de reconstruir el Convento de Santa María de Atocha, que había quedado prácticamente en ruinas tras la Guerra de la Independencia, el edificio pasará a ser Cuartel de Inválidos, por lo que varios de sus directores fueron enterrados allí: Palafox, Castaños, Prim, de la Concha, además del político Ríos Rosas...

Dada la existencia de estos enterramientos la regente Maria Cristina decidió construir el Panteón en este lugar, anejo a la Basílica que se habría de levantar... Así, en los años posteriores recibieron sepultura en este nuevo emplazamiento los restos de políticos como -y entre otros- Martínez de la Rosa, Mendizábal, Arguelles, Cánovas, Sagasta, Dato y Canalejas...

Las distintas personalidades lucen monumentos funerarios realizados por escultores como Benlliure o Querol, considerados de entre los más afamados del momento...


La Basílica de la que hablamos, la de Santa María de Atocha, es hoy una de las seis basílicas de Madrid y resulta particularmente conocida desde que la Princesa doña Letizia ofreciese el ramo de novia a la Virgen, tras casarse en la catedral de la Almudena... Más tarde también ofrecería a su primogénita, la princesa Leonor.

En el jardín del panteón se encuentra el Mausoleo Conjunto, de Ponciano Ponzano y al que también se conoce como Monumento a la Libertad

 

En su tejado, a modo de remate, vemos una alegoría de la Libertad (1853) de la que se ha dicho que en su día fue inspiración de Bartholdi para la construcción de su la archiconocida Estatua de la Libertad de Nueva York (1879).

Bartholdi tuvo la brillante idea de patentar la propiedad de su obra, muriendo rico y famoso... Mientras que Ponzano, a pesar de haber esculpido la suya con anterioridad, no alcanzó a ser conocido ni en su propio país...

Ya unos años antes, el propio Ponzano había esculpido una figura similar en el frontón del Congreso de los Diputados de Madrid: junto a la de una mujer que representa a España abrazando a la Constitución; vemos otras figuras alegóricas como la Justicia, la Fortaleza o las Bellas Artes. Una de esas figuras es una mujer con una túnica que deja al descubierto un hombro y de cuya cabeza salen rayos de luz similares a los de las estatuas de las que hablamos. (Ver)

También son de Ponzano los famosos leones de la puerta del Palacio de Congresos de la Carrera de San Jerónimo, a los que popularmente conocemos como Daoiz y Velarde.



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