En la mañana del primero de noviembre del año 1755, festividad de todos los Santos, la ciudad de Lisboa sufrió un terrible terremoto el cual, con una intensidad de 9 en la escala de Richter, no necesitaba del remate del posterior tsunami, para alcanzar a ser lo suficientemente dramático y devastador.
Quienes han paseado Lisboa saben muy bien de qué estoy hablando: la tragedia causó unos 90.000 muertos sólo en Portugal, aunque hubo otras zonas afectadas, de entre las que cabe destacar a las españolas de Ayamonte y Lepe.
Una sacudida así, no podía ser de otro modo, también se hizo notar tierra adentro y a muchos kilómetros del litoral: En la ciudad de Coria (Cáceres) se derrumbó la cubierta de la catedral, sepultando a los fieles que en ese momento se encontraban escuchando misa. En esta misma provincia el temblor llegó incluso a desviar el cauce del río Alagón.
En la comarca de La Vera (Cáceres) el cataclismo también quiso dejar huellas de su paso: fueron múltiples los destrozos, aunque afortunadamente no hubiera víctimas. En Jarandilla fue necesario construir este arco para evitar el derrumbe de los dos edificios a los que separa...
Uno de ellos -el de la izquierda en la primera foto- que antaño fuera Hospital de los pobres, está situado en la esquina de dos calles: la de Machín, de la que estamos tratando, y la Calle de Santa Ana, que sale hacia la izquierda y donde hace más de 50 años, quien os escribe tuvo la ocurrencia de nacer...
EXTRAS DEL POST
Ver mi acuarela sobre ese arco
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