Los napolitanos nos deben una particular forma de entender la espiritualidad y un modo de manifestar los sentimientos que debimos grabarles en el genoma, con el fuego propio de la pasión hispana.
Por todas partes, en las esquinas se alzan capillas al Cristo, a la Virgen o a algún que otro Santo, aunque también -y esto les singulariza- por algún familiar tristemente fallecido...
Pero no todos han de ser recuerdos de muerte: también celebran los nacimientos colgando del portal (las más de las veces, otras en plena calle) prendas relacionadas con la condición y el género del neonato, al menos durante su primer mes de vida y en un intento de compartir, con todo el mundo, la algarabía de su llegada.
Y que deciros de las esquelas que, en cada esquina, poste o farola, recuerdan un óbito reciente, y que pueden verse en cualquier lugar de Italia, convocando a compartir el sepelio?
En algún caso la manifestación de muerte adquiere tintes de un alto dramatismo, como el de esta víctima inocente de la camorra.
En algún caso la manifestación de muerte adquiere tintes de un alto dramatismo, como el de esta víctima inocente de la camorra.
Terminaré mencionando un último sentimiento a flor de calle: el del amor en el más romántico sentido del término. Antes de iniciar el viaje leí, en algún lugar, que las declaraciones de amor que pueden verse en suelos y paredes de esta ciudad, podían llegar a constituir -en sí mismas- sobrados motivos para visitarla...
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