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Pedimos permiso a Maurice Chevalier quien, aun no siendo su compositor, fue el primero en cantar "París será toujours París", o lo que es lo mismo: "París será siempre París", para modernizarla poniéndola en boca de Zaz, la cantante más aclamada del momento.
Servirá para dotarle del adecuado fondo musical al post de hoy, en el que pretendo mostrarles algunos aspectos de la espectacularidad con la que la idea de llevar, por vez primera, unos juegos olímpicos hasta el centro de tan precioso escenario, nos sorprendió a todos... Que duda cabe: los franceses volvieron a poner de manifiesto que nadie, como ellos, a la hora de colocarle el lacito a las cosas.
Así pudimos ver desfilar a un sinfín de embarcaciones, transportando a los atletas por un río Sena al que supimos perdonar que finalmente diese el tipo, aun sin hacerlo del todo; desde un resultado al que, a base de mezclar música, historia y tradiciones, acabó sobrándole espectacularidad, tanta como para que no podamos olvidarlo jamás.
Personalmente, opino que el momento más sobrecogedor, aunque fueron muchos, de cuantos compusieron la ceremonia de apertura, fue cuando Celine Dion nos regaló, desde el balcón de la Torre Eiffel, su sobrecogedora versión de la archiconocida canción de Edith Piaf, "Hymne a l'amour". Ver.
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