Máscaras anti-gas,
Memorial Museum Passchendaele
A pesar de los acuerdos internacionales existentes, encaminados a evitar el uso de las armas químicas...
1/ El primero se remonta nada menos que al año 1675, en que Francia y Alemania convinieron formalmente, en Estrasburgo, prohibir el empleo de balas envenenadas.
2/ El acuerdo de Bruselas -en 1874- prohibía el empleo de venenos o de armas envenenadas.
3/ Los acuerdos por el desarme químico del siglo XX tienen su origen en la Conferencia de Paz de la Haya, en la que se prohíbe "el empleo de proyectiles que tengan por único objeto el esparcir gases asfixiantes o deletéreos"...
El primer ataque a gran escala tuvo lugar en Langemark, cerca de Ypres (Bélgica), el 22 de abril de 1915, día en que los alemanes liberaron las 160 toneladas de gas cloro, contenidas en 5.730 botellas, contra las trincheras enemigas y aprovechando un momento de viento favorable. Una nube verde-grisácea se desplazó hasta las posiciones de las tropas francesas, que abandonando sus puestos creando una franja vacía de 7 kilómetros que los alemanes, temiendo el contacto con el gas y careciendo de refuerzos, no supieron aprovechar...
El cloro, que mata por asfixia, es sin embargo ineficiente como arma, por ser claramente visible y detectable (también por el olor) y por su solubilidad en agua. Así, simplemente con cubrirse la cara con un trapo húmedo se podía reducir el impacto del gas. Se pensaba que la protección era mayor si en lugar de agua se usaba orina, por lo que no resultaba extraño ver a los soldados orinando sobre unos paños, para después colocárselos delante de la nariz.
Después de esto los aliados se abrazarían al uso de gases tóxicos con entusiasmo, fundamentalmente y entre otras cosas porque el viento predominante era de poniente, resultándoles propicio las más de las veces... El siguiente paso señalado vino de la mano del uso del fosgeno por parte de los franceses. El fosgeno resultaba incoloro y más potente que el cloro, aunque con un inconveniente: sus manifestaciones (insuficiencia respiratoria) eran tardías, empezaban a sentirse a las 24h de haber respirado el gas...
Tras numerosos avances se llegó al gas mostaza, el más infame y efectivo de la época, que fue introducido por los alemanes en julio de 1917 (Tercera batalla de Ypres). El gas mostaza se diseñó para acosar e incapacitar al enemigo (aparición de enormes ampollas cutáneas, ceguera...) y contaminar el campo de batalla (efectos tardíos). Se disparaba dentro de obuses de artillería y las máscaras anti-gas no servían para evitar sus efectos nocivos.
El cloro, que mata por asfixia, es sin embargo ineficiente como arma, por ser claramente visible y detectable (también por el olor) y por su solubilidad en agua. Así, simplemente con cubrirse la cara con un trapo húmedo se podía reducir el impacto del gas. Se pensaba que la protección era mayor si en lugar de agua se usaba orina, por lo que no resultaba extraño ver a los soldados orinando sobre unos paños, para después colocárselos delante de la nariz.
Después de esto los aliados se abrazarían al uso de gases tóxicos con entusiasmo, fundamentalmente y entre otras cosas porque el viento predominante era de poniente, resultándoles propicio las más de las veces... El siguiente paso señalado vino de la mano del uso del fosgeno por parte de los franceses. El fosgeno resultaba incoloro y más potente que el cloro, aunque con un inconveniente: sus manifestaciones (insuficiencia respiratoria) eran tardías, empezaban a sentirse a las 24h de haber respirado el gas...
Tras numerosos avances se llegó al gas mostaza, el más infame y efectivo de la época, que fue introducido por los alemanes en julio de 1917 (Tercera batalla de Ypres). El gas mostaza se diseñó para acosar e incapacitar al enemigo (aparición de enormes ampollas cutáneas, ceguera...) y contaminar el campo de batalla (efectos tardíos). Se disparaba dentro de obuses de artillería y las máscaras anti-gas no servían para evitar sus efectos nocivos.
Imagen típica de soldados ciegos
desplazándose por el campo de batalla
Al terminar la guerra habían sido liberadas unas 124.000 toneladas de gases tóxicos. Más de 90.000 soldados habían muerto por esta causa. Además y también por ello, cerca de un millón de hombres regresaron de la guerra ciegos, desfigurados o con lesiones debilitantes.
Puede concluirse, a modo de resumen final, que durante la Primera Guerra Mundial la capacidad letal del gas fue limitada -sólo el 3% de las muertes en combate fueron debidas a estos agentes- aunque la proporción de bajas fue elevada, llegando el gas a ser uno de los factores más temidos por los soldados y entre la población civil.
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