Una vez más, Jarandilla tiene una cita con los "toros al estilo de la Vera", en el contexto de sus Fiestas del Santísimo Cristo de la Caridad. En la plaza del pueblo, como en cada mes de septiembre y hasta donde alcanza el recuerdo de mi pasado, se dispusieron las instalaciones para dar cabida a estos festejos, en los que las distintas peñas ocupan los tenaos que fueron adosando a la estructura original.
Una vez más me asaltó la inquietud al recordar aquella puerta reservada para un supuesto "médico torero" que habría de salir al coso y con el beneplácito del astado, a socorrer la urgencia de una tan posible como desafortunada cornada...
En tales contextos me confieso antitaurino; no comparto la necesidad de herir o de consumir la nobleza de un animal para alimentar nuestra ociosidad, aunque lo siento desde el lógico respeto hacia otras opiniones, que no parecen ser pocas, a tenor de las conclusiones de una reciente publicación en El País: en el nuestro, al menos uno de cada cinco pueblos utilizaría reses para sus festejos, una tendencia que lamentablemente reafirma su auge en el detrimento de las formas más convencionales de la tauromaquia... (para acceder, pulsa aquí)
A medida que escribo estas líneas, no exento de polémica, el Toro de la Peña corre hacia la Vega de Tordesillas, el lugar en el que esta vez no morirá: un decreto del pasado mes de mayo prohibió maltratarlo y alancearlo, por lo que se sustituirá la muerte pública de Pelado (que así se llama el morlaco) por el sacrificio que le aguarda después, en un matadero municipal.
Y mientras se van consiguiendo estos tan pequeños como simbólicos logros, una vez más y como cada año: las gentes de Jarandilla seguirán atando sus sillas a la empalizada de la plaza, con la intención de reservar un sitio y para no perderse el espectáculo. (Ver más sillas)
Pero sobre todo... ¡Que al menos no pase nada!
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