Nápoles no es bonita ni majestuosa, es trepidante. No es amable, sino hostil y ruidosa. No es limpia, pero si cochambrosa. La más africana de las grandes ciudades europeas se levanta por las mañanas ya maquillada, con pinturas de la noche anterior; después y sin haber pasado por la ducha, se embadurna literalmente de desodorante barato...
En Nápoles hay dos religiones:
1- La oficial, que se impregna de una particular forma de idolatría hacia la figura de San Genaro.
2- Y la veneración por el que hace algún tiempo se consagró como Segundo Patrono local: Diego Armando Maradona.
En las fotografías (enlace al final de la página) vemos vallas al Santo, del tamaño de un edificio de cinco plantas, al más puro estilo de una campaña de marketing.
En el Bar Nilo, perdido por las callejuelas del casco viejo, El Pelusa tiene su propio relicario, que guarda un cabello y una lagrima de la estrella argentina.
En este bar ya se atrincheraron para el próximo encuentro entre el Nápoles y el Real Madrid, en breve, un choque en el que disputaran los octavos de final del campeonato europeo. Todos los napolitanos están convencidos de la victoria; por mi parte no consigo comprender cómo tanta gente puede estar equivocada a la vez.
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