En el año 1968, los habitantes de la localidad checa de Lukova vivieron la tragedia del hundimiento del techo de su iglesia de San Jorge, con las consiguientes víctimas.
Desde entonces, tratarían de evitarla por creer que estaba maldita, cuando menos encantada, por lo que permaneció cerrada y abandonada, hasta el 2014 en que un joven estudiante de Bellas Artes pensó en usarla en el proyecto de su tesis de fin de carrera.
Para ello colocó, en los bancos y pasillos estas figuras de yeso cubiertas por telas blancas, para representar a los fantasmas de los devotos.
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La iniciativa artística de Jakuv Hadrava atrajo a nuevos visitantes. El proyecto tuvo tanta repercusión social que la Iglesia reinició sus actividades religiosas al ver que los fieles volvían, tras casi cincuenta años, para celebrar la misa de los domingos.
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