Abelardo era un reputado profesor de la Universidad de París, hasta el punto de que casi podría decirse, que había bofetadas por asistir a sus clases. ¿Su especialidad?, la filosofía, aunque lo habitual, antaño, era ser humanista y saber un poquito de todo...
Ella: Eloísa era una joven erudita, que asistía a sus clases...
A Eloísa la enviaron a parir en la intimidad, junto a la hermana de Abelardo, lejos de París.
Sin embargo, al tío y tutor de Eloísa, Fulberto, le empezó a preocupar el hecho de que nadie estaba al tanto de esa boda, lo que, de alguna manera, daría alas a Abelardo. Tanto se enrocó Fulberto en ese obsesivo pensamiento, que acabó contratando a unos sicarios para caparlo o, dicho más finamente, emascularlo.
Eloísa siguió escribiendo y escalando posiciones, llegando a ser abadesa, pese a sus escritos a Abelardo: "Los placeres amorosos que hemos disfrutado no logro expulsarlos de mi recuerdo, incluso durante las solemnidades de la santa misa me asaltan. Lejos de lamentar los errores que he cometido, suspiro por los que ya no puedo cometer".
Finalmente, la pareja acabó compartiendo tumba y constituyendo el mejor reclamo para el cementerio de Père Lachaise, junto con los cenotafios de Molière y La Fontaine.
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