domingo, 17 de febrero de 2019

Madame Curie



La historia de hoy nos lleva hasta el Panteón de los Hombres Ilustres de París, lugar del que ya tuvimos ocasión de hablar en alguna ocasión, por sí mismo (pulsar aquí), o cuando abordábamos la cuestión del péndulo de Foucault, que se encuentra en su interior (pulsar aquí)...
Es la historia de Madame Curie, la incomparable científica cuyos restos reposan precisa y merecidamente aquí, pues a pesar de haber nacido polaca, vivió y se casó en el país vecino adoptando la nacionalidad francesa... Por otra parte y a mayores de esta patriótica condición sine qua non, fundamentalmente cuando hablamos de un país tan chauvinista, Marie Curie ostentaba numerosos méritos que, cada uno de ellos por separado, hacían incuestionable su candidatura para la obtención de un  nicho en este lugar:
-. Fue la primera mujer en alcanzar un Nobel
-. La primera persona que obtuvo dos
-. Y por el momento la única que ha sido premiada con tal reconocimiento, en dos disciplinas distintas: primero la física, después la química.


Por tal motivo fue también la primera mujer cuyos restos entraron en el Panteón de los Ilustres, dónde reposan junto a los de su marido, no muy lejos del que fue su desliz de viudez: Paul Langevin, un apuesto físico mucho más joven que ella, que antaño había sido alumno aventajado de su esposo. 

Al tratarse de un hombre casado, la relación de Marie y Paul constituyó -en cuanto se supo de ella- un auténtico escándalo para la época, hasta el punto de que los suecos llegaran a pedirle a la científica que no acudiese a recoger el segundo premio Nobel que acababan de otorgarle.

Aún así, asesorada por Albert Einstein, Madame Curie viajó hasta Oslo para recoger el premio y de paso compartir la mesa y los once platos de rigor, de la cena con el Rey del país nórdico.

Fue entonces cuando Marie Curie manifestó:
"El premio me lo dieron por el descubrimiento del radio y el polonio.
Creo que no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico
y los hechos de mi vida privada".




jueves, 7 de febrero de 2019

Candelario y sus batipuertas


 
Recuerdo un viaje en el que tuve ocasión de visitar Dublín, una ciudad que, distando mucho de tener los atractivos de las grandes urbes europeas, acabó resultándome simpática a través de la franca personalidad de sus pequeños atractivos.... La estatua de Oscar Wilde, la de Molly Malone, la fábrica de cervezas Guiness, etc... la sinergia de todas estas pequeñas cosas acaba proporcionando atractivo suficiente no solo para justificar la visita a esta ciudad, incluso y también para volver algún día...
 
Una de las postales que recuerdo de Dublín era la que configuraba la armoniosa policromía de sus puertas (ver), aunque para hablar del interés que ofrecen las puertas, como elemento de atractivo urbano, no resulte necesario marcharse tan lejos...


No hace demasiado que tuve ocasión de visitar Candelario, junto a Béjar, en el sur de la provincia de Salamanca... Uno de esos pueblos que suelen configurar las listas de los pueblos más bonitos de España, tan populares en nuestra era global...
 
Este pueblo de montaña, que entenderéis como absolutamente recomendable, tiene en las batipuertas (ver), que así es como llaman a este elemento añadido a la entrada de sus casas, el sello de identidad más diferenciador.
 
Varias son las teorías que explican la necesidad de tales dobles puertas, aunque ninguna de ellas contradice a las demás, por cuanto puede que las tres -juntas- acaben complementándose a la hora de dar la explicación más adecuada...: para algunos defendían la casa de las inclemencias climáticas del lugar, en forma de frecuentes nevadas acumuladas en sus calles y accesos... Para otros permitían airear la vivienda sin temor a que entrasen los animales que frecuentemente merodeaban por allí... Por último, para muchos, las batipuertas formaban parte del quehacer cotidiano, permitiendo que desde el interior de la casa, desde el portal, el matarife pudiese asestar el estoque definitivo a las reses, puntilla con la que iniciaban el proceso de la matanza... De hecho, en algunas fachadas pueden verse anillas de hierro y algún que otro gancho, elementos ambos que servían para sujetar a la res en tan fatídico momento.

EXTRAS DEL POST
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