miércoles, 18 de julio de 2018

San Miguel, y no hablo de cerveza...


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En el año 709, Aubert, el entonces obispo de Avranche, decidió la edificación de un Santuario en el Monte Tombe, tras requerimiento explícito del Arcángel San Miguel a lo largo de sus tres apariciones. La abadía dominicana del Mont-Saint-Michel es desde entonces un destacado destino de peregrinación, junto con Santiago de Compostela y Roma.
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Desde sus 170 metros de altura la figura del arcángel custodia la bahía, escenario de mareas que, por la distancia y velocidad de su crecida, resultan ser las más espectaculares de Europa. En el verano de 2006 una inusual marea volvió a convertirlo en isla, algo que no venía ocurriendo desde hacía más de 130 años.

Tal intensidad, junto con los bancos de arenas movedizas que estas mareas dejan tras de sí, exigen gran prudencia a la hora de explorar los alrededores... 
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En 1979 el Monte, en el contexto de la Bahía que lo engloba, fue declarado Patrimonio de la Humanidad lo que, con una media aproximada de 3,2 millones de turistas al año, acabó colocando al lugar entre los más visitados de Francia.
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Amén de la bahía y de sus mareas, el aspecto medieval de sus callejuelas serpenteantes y las impresionantes vistas desde su abadía justificaran sobradamente una visita que bien podrá culminar en cualquiera de sus restaurantes, con la degustación de las exquisitas viandas de los prados salados (Prés salés), que los ganados de la zona adquieren por la sal y demás minerales que llegan con cada pleamar...


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