jueves, 7 de mayo de 2015

IVA cultural


Foto del autor: Anfiteatro de Epidauro, Grecia

Uno de los temas más traídos de los últimos años, desde la aplicación de las medidas contenidas en la saca de sorpresas y recortes del Partido Popular, fue la revisión y subida del IVA (hasta el 21%) para los bienes culturales y la consiguiente contradicción, cuando no el disgusto de los nobles representantes del "grupo de la ceja"... 

Y lo sigue siendo, aunque puede que por muy poco tiempo: la condición de electoral con la que se distingue el año en curso ya trajo voces respecto de su posible y pronta revisión a la baja (¿10%?).

Personalmente no consigo comprender que en años de crisis, de parados sin recursos y familias desahuciadas bordeando la miseria, tengan que anteponerse aspectos culturales a cuestiones de supervivencia, sobre todo cuando entiendo que buena parte de esa cultura la cocinan artistas -del mundillo de la música, del cine o de la televisión- que pueden rayar la extravagancia de lo divino al percibir sueldos tan astronómicos como incomprensibles para sus mortales seguidores.

Me horroriza la tantas veces repetida imagen de un astro publicitando donativos, desde las migajas de lo que le sobra, para paliar miserias que germinan precisamente de la injusticia que supone la satisfacción de sus exigencias salariales...

En este sentido no debemos olvidar que, a lo largo de gran parte de la historia, con la excepción que suponen nuestros tiempos más contemporáneos, los artistas merecieron consideraciones bien distintas a la que tienen actualmente: en la Grecia clásica, por ejemplo, los actores recibían un sueldo -de funcionarios- directamente del Erario Público... ¿Y no eran acaso trovadores los músicos de la Edad Media, que alquilaban sus servicios a nobles palaciegos, a cambio de cena, protección y cobijo?



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