sábado, 25 de abril de 2015

Terminal 4



Desde la prolongada reconstrucción y reapertura del módulo D, en el aparcamiento de la Terminal 4 del Aeropuerto de Madrid (Barajas), hoy Internacional de Adolfo Suarez, motivadas por los atentados de diciembre del 2006, pueden verse dos monolitos en forma de columna seccionada, que llaman la atención de todos los que allí se dirigen para aparcar...


A principios de febrero del 2.007 leiamos en la prensa: "AENA calcula que los 50.000 metros cuadrados del módulo D no estarán totalmente limpios hasta la segunda quincena de febrero, momento en el que se comenzará la reconstrucción del aparcamiento, que podría volver a funcionar en septiembre, tras una inversión de 24,5 millones de euros. Se han recuperados unos 700 vehículos con graves daños o completamente destruidos, además de 867 con daños menores o en buen estado que se encontraban en el aparcamiento de Barajas, y que han sido retirados por sus dueños. AENA informó de que ha recibido hasta la fecha 2.107 reclamaciones de usuarios afectados." 

De todas las cifras con las que AENA trata de resumir esta catástrofe, me quedo con la más baja, la de las dos víctimas mortales, quizá porque el brillo de su ausencia consiga reclamar poderosamente mi atención. 

El 30 de diciembre del 2.006 experimenté el aliento del terror en mi nuca como pocas veces lo había sentido antes: había venido usando el módulo D del aparcamiento de la T4 en no menos de media docena de ocasiones. Es más, en una de ellas el excesivo madrugón, justificado en el desproporcionado celo de mi previsión, me llevó a sopesar la posibilidad de dar una cabezadita en el coche. La providencial presencia de unos periodistas, el rumor de la llegada de un par de "galácticos" y el deseo de obsequiar al merengue de mi hijo con alguna foto y/o autógrafo de sus ídolos, me llevaron a desestimar la idea.

Hasta entonces, las más de las veces, el fenómeno del terrorismo había sido algo ajeno a mi universo y parecía relegarse, en mi errática consideración, a ser fenómeno cuya única razón de ser fuese la de llenar las cabeceras de los noticiarios. Es lógico que así fuese, han pasado más de 33 años desde la última vez que vivencié algo similar. Fue el 20 de diciembre de 1.973, día en que la culminación de la Operación Ogro me sorprendió en Madrid, con el desamparo propio de un muchachito provinciano y en el contexto de la escala de un viaje a París que temí hubiese de ser aplazado ó cancelado. 

El atentado en la T4 fue la respuesta a una oferta de diálogo... El terrorismo no es políglota, obviamente, ni tan siquiera bilingüe ya que sólo parece poder y querer expresarse en un idioma, y no es precisamente el euskera.



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