miércoles, 11 de julio de 2012

Tengo la camisa roja

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En estos días hemos asistido a la llegada de la"Marcha Negra", la que unos centenares de mineros organizaron en orígen y desde distintas cuencas de nuestra geografía, haciéndola coincidir en Madrid el pasado martes día 10 de julio, con el recorrido final de una manifestación nocturna que, desde la Ciudad Universitaria, acabó en la sempiterna Pta. del Sol...

Como hijo adoptivo del Principado de Asturias, enamorado de sus rincones y de sus gentes tras mis muchos años de residencia, sentí que existía un motivo más para apoyarles con mi presencia aunque, dicho sea de paso, el principal fuese la necesidad de creer que podrían constituir el detonante definitivo, la levadura necesaria para el horneado que habría de consolidar e impulsar la aclamación del descontento popular, por cuanto se viene pasando.

Dos cosas fueron las que, de cuantos matices y aspectos se revistió la convocatoria, acabarían llamando mi atención: el dilatado apoyo popular con el que contaron, sobre todo desde un determinado sector joven de la población, muy superior y diferente del que en principio cabría esperar; y la escasa cobertura informativa que recibieron por parte de los medios.

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Al día siguiente la manifestación, que les conduciría por el Paseo de la Castellana hasta el Ministerio de Industria, fue multitudinaria y acabó con más de 70 heridos por las violentas cargas de unas fuerzas de orden público que parecen volver a regirse por los criterios de agresividad de antaño.

La minería siempre estuvo revestida de un cierto halo de romanticismo, lo que explica el amplio apoyo que recibieron esta semana, una evidencia más de que al pueblo le mueven más los latidos del corazón que las contracciones de su estómago. 
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O quizá sea porque en estos tiempos de celebradísimos éxitos de nuestra selección, los mineros en ocasiones también visten de rojo...

Tengo la camisa roja
de sangre de un compañero
Mirad, mirad maruxiña, mirad
mirad como vengo yo...



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