sábado, 28 de abril de 2012

Motines y demás desaciertos

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Nos encontramos ante la fachada del Teatro Monumental de la calle Atocha de Madrid, uno de los primeros edificios que surgieron al amparo del racionalismo madrileño, que originariamente fue cinema, más tarde teatro, para acabar siendo una sala de conciertos de RTVE de escaso uso.
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A muy pocos metros el cine Doré, que por ser el más antiguo de la capital, hoy alberga la sede de la Filmoteca Nacional.
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De cuanto dije y añadiré se deduce que es esta una esquina de marcados acontecimientos históricos: 
-. 24 de enero de 1977: matanza de los abogados de Atocha, en el seno de un atentado perpetrado por ultraderechistas, en lo que se ha dado en llamar terrorismo tardofranquista.
-. 2 de junio de 1.935: el partido comunista funda el Frente Popular, en los interiores del Teatro Monumental.
-. Marzo de 1766: el Motín de Esquilache se originaría en esta misma plaza de Antón Martín.
-. Muy cerca, a no más de 50 metros y en la misma acera: la imprenta de Juan de la Cuesta, de la que salió la primera edición de El Quijote, en el año 1605.

Pasar junto al lugar del que surgieron las primeras manifestaciones del Motín de Esquilache me hace recordar una historia -la nuestra- que salvando tan escasas como honrosas excepciones, considero plagada de pésimos gobernantes...
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Desde la permanente decadencia de unos Austrias, cansados del esfuerzo de no gobernar a través de la figura de sus respectivos Validos, y que degeneraron en el callejón sin salida que supuso el echizado Carlos II; hasta el desgobierno de la campechana inutilidad de unos Borbones, en quienes camparon toda suerte de males, desde la demente melancolía de Felipe V, la pusilanimidad de Carlos IV, la desmesurada afición a la caza de algunos y las obsesivas infidelidades de otros, por citar ejemplos.
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Y es que nos libra de todo juicio de valores el hecho de que fuesen impuestos, aunque bien es verdad que nunca, ningún dirigente fue tan aclamado como el que no lo fue, el único al que encumbramos y revalidamos, un Rey por quien fuimos capaces de aparcar nuestra recién estrenada Constitución de Cádiz y que resultó ser el peor monarca de nuestra historia: tras abandonar su secuestro francés volvió a una España que aún habiéndose iniciado en el camino de las libertades, le acogió con los brazos abiertos... Pero Fernando VII volvió para instaurar el Absolutismo, la Inquisición y la Persecución de los Liberales, entre otras muchas bondades de la que se dio en llamar Década Ominosa.
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El nuestro es país ilustre en el que siempre vivieron individuos dotados de gran criterio, aunque siempre anduvimos más sobrados de listillos que de listos, propiamente dichos. Pero lo cierto es que como masa o grupo social  nunca estuvimos muy finos: las escasas oportunidades en las que se nos ofreció la posibilidad de designar a un gobernante o enjuiciar su gestión, no fueron precisamente muy acertadas, como tampoco lo fueron aquellas en las que se trataba de movilizarse para apoyar o denunciar alguna causa.

Sirva ilustrar la primera de estas cuestiones recordando que, y ya sé que es opinión y por tanto salpicada de la subjetividad de lo personal, los mejores monarcas que tuvimos fueron también los más criticados y denostados: todos ellos compartían la imperdonable circunstancia de ser extranjeros, aunque en tal sentido no vendrá mal recordar que, tanto Austrias como Borbones, en sus orígenes tampoco fueron españoles:
-. Nuestro Emperador Carlos I de España pero V de Alemania, contra quien se levantaron, en enfervorizada pugna, las Comunas de Castilla.
-. José I, hermano del Emperador Bonaparte, quien representaba la modernidad de la Ilustración, frente al trasnochado y absolutista oscurantismo de la otra opción. En el breve espacio de tiempo que duró su reinado, a pesar de sus esfuerzos por modernizar el país y resultar del agrado de los españoles, no consiguió más que ser vilipendiado hasta el extremo de apodarle como "Pepe Botella", siendo abstemio.
-. Amadeo I de Saboya del que pueden contarse aspectos muy parecidos a los que esbozamos con el anterior.

En cuanto a motines y revueltas, a modo de ejemplos que ilustren el hilo de la argumentación de este post, citaremos los siguientes:
-. La Revuelta de los Comuneros, de la que ya hemos hablado.
-. El Motín de Esquilache en el año 1.766: está claro que sobre la base de unas inadecuadas condiciones soportadas por el pueblo, pero lo cierto es que el detonante de la manifestación del descontento popular fue la disposición del Marqués de Esquilache, principal ministro del Rey Carlos III, sobre algo tan nimio como el que habría de ser el largo de las capas, obligando a cortar aquellas que lo excediesen.
-. El Motín de Aranjuez, el 18 de marzo de 1808, en el que un pueblo manipulado consigue la renuncia de un ministro -Godoy-, la abdicación de un Rey -Carlos IV-, mientras aclaman -ya vimos que no sería la última vez- a un Fernando VII al que calificábamos como el peor Rey de nuestra historia.
-. El Levantamiento del 2 de mayo de 1808, que se fraguó en los alrededores del Palacio Real de Madrid, y en el que iniciamos la expulsión de unos franceses con quienes probablemente nos hubiese ido mejor que con los bastardos que consolidábamos en el trono.

En fin, con estas líneas sólo pretendo poner de manifiesto, cuando menos dar razones para la reflexión y la duda de pensar que la clarividencia o el buen criterio no son virtudes que adornen el bagaje de este nuestro pueblo y que probablemente, el pasado 20 de noviembre de 2011 y otorgando la mayoría absoluta a Mariano Rajoy, volviesemos a poner de manifiesto esta particular tendencia al desatino colectivo....
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Amigos, compatriotas... ¡Disfrutemos de lo que hemos votado!



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