miércoles, 30 de junio de 2010

Prerrománico

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Cuando llegué a Asturias -han pasado más de dos décadas, desde entonces- ya era conocedor de los tópicos más habituales a los que suele recurrirse a la hora de encasillar a esta región: algunas costumbres y tradiciones, determinados sabores de su apreciada gastronomía, lo abrupto de su orografía y el armónico color verde esmeralda con el que se tapiza su suelo, entre otros...

A pesar de no haber constituido entonces y por cuanto expuse, terreno abonado para la sorpresa, ella me estaba esperando, engalanada en sus mejores piedras, para seducirme con su historia: una historia de reyes y conquistas, globalizadora, en claro contraste con la que se pretende enseñar en algunas de las escuelas y foros de nuestro país, en estos días.

Lejos de querer excederme en coincidir con el sentimiento de algunos -extremistas, personas que parecen estar dotadas de un amplificador de emociones, capaces de dejarse la vida en el empeño de defender un matiz folklórico, las hay en todas partes- que afirman que "España es Asturias, lo demás: terreno reconquistado", lo cierto es que el germen de nuestra identidad de españoles nació aquí, como bien podría haber nacido en cualquier otro lugar, en el paraje de Onís, uno de los más bellos concejos de los Picos de Europa.

Con Pelayo iniciamos una monarquía que tuvo suficiente fuerza, liderazgo e identidad como para implicarnos a todos en un proyecto común, que se prolonga ya más de doce siglos, y que aún hoy pretende seguir constituyendo nuestro primer símbolo aglutinador. Y no era precisamente asturiano, sino uno más de entre los muchos nobles que huyeron buscando el santuario del norte, tras el desembarco y arrollador avance de los moros, y que dispuestos a organizar la resistencia, decidieron erigir su caudillaje.

La capital de aquél, el entonces esbozo de nuestro reino, empezó siendo Cangas de Onís. A Cangas le sucedieron otros lugares, y a Pelayo otros reyes: Favila, más conocido por su trágica muerte que por las acciones de su corto reinado...; Fruela...; Silo, quién trasladó la capital a Pravia...; Alfonso II el Casto, quién la llevó a Oviedo y del que se dice fue el primer peregrino a Santiago; Ramiro; Ordoño y, finalmente, Alfonso III el Magno, el cual, y con el único fin de acortar la distancia existente entre la corte y el frente de batalla, cada vez más distante, decidió trasladar ésta a León.

Para consuelo de astures y con intención reparadora del posible agravio que pudiera suponer este último traslado, se decide otorgar el título de Principado a la región de Asturias, título que la vincularía ya, para siempre, con el heredero de la corona que un día, y originariamente, se fraguó allí.

No deja de resultar curiosa casualidad la constante de la vinculación de todos los herederos de las diferentes monarquías europeas, a las zonas más abruptas y montañosas de sus respectivos reinos. Así tenemos, en Francia, La Dauphinée, una región de los Alpes franceses que da título al primogénito del rey, El Delfín. En el Reino Unido, el sucesor es Príncipe de Gales... Una coincidencia que se justifica, probablemente, en razones más estratégicas que de otra índole, habida cuenta de que todas las revueltas y descontentos solían buscar el refugio de las cumbres...

Toda esta dinastía asturiana nos legó un original estilo arquitectónico, que me fascina y que no tiene parangón: el Arte Prerrománico Asturiano, también llamado Arte de la Monarquía Asturiana ó Pelagiano del cual, el edificio que veis -Santa Cristina de Lena- es un fiel exponente. En 1985 la Unesco lo consagra al otorgarle el título de Patrimonio de la Humanidad.



Oviedo



Tarde o temprano tenía que dedicarle un fascículo de "mis lugares" a la ciudad en la que residí cerca de 20 años, aunque confieso que venía resistiéndome por cuanto me costó lanzarme a hablar de lo que me resultaba cotidiano. Intentaré hablaros de Oviedo -y fundamentalmente para aquellos que no lo conocen- utilizando los que, desde mi personal punto de vista, son los adjetivos que mejor la definen. Vaya por delante que lo haré con la perspectiva del residente eventual, desde la óptica del advenedizo, sin la pasión del nativo, y con toda la objetividad que se deriva de tales circunstancias y de la que puedo hacer gala.

Me gustó vivir en Oviedo, la considero una ciudad elegante que tras alcanzar las más elevadas cotas de urbanismo, viene recibiendo desde hace varios años la "escoba de plata": el premio con el que instituciones comunitarias la consagran como la más limpia de Europa. Recientemente una conocida revista de consumo publicaba un estudio en el que se valoraba la limpieza de nuestras ciudades. El artículo decía textualmente que Oviedo ocupaba el primer puesto y "muy lejos del segundo" que, en este caso, le correspondía a Marbella.

Según el sentir de algunos (es obvio que en estos puntos nunca conseguiremos objetividad); Oviedo es la ciudad en la que mejor se viste de España. Personalmente creo que Ourense le arrebató esta situación de privilegio, y desde la consagración de su elenco de modistas (Adolfo Domínguez, Roberto Verino, etc) que, consciente o inconscientemente, han ido creando escuela y devociones, a la par que espoleando el buen gusto de sus conciudadanos.

Oviedo es una ciudad paseable: más de un centenar de calles peatonales -el porcentaje más alto en relación a la extensión de su casco urbano- la hacen merecedora de tal calificativo.
Una ciudad orgullosa de su pasado: capital de un principado, cuna de un país e incubadora de una corona. Títulos, todos ellos, un tanto "XXL" para sus no más de 200.000 habitantes.

Puede que ya no sea, muy a pesar de Clarín, la "Vetusta" de su novela, aunque sigue siendo posible toparse con alguna que otra "Regenta", y sigan percibiéndose idénticas pasiones que antaño, a flor de esquinas.



martes, 29 de junio de 2010

Jarandilla de la Vera



El Municipium Flavium Vivertorum de los romanos; la Xarandilla de los árabes; el "Descanso Imperial" de las pegatinas que -en los años 70- podían verse estampadas en la luna trasera de algunos coches; ó el decorado que requieren determinados capítulos del libro inédito de mi vida... 

Todas estas -son las primeras que se me ocurren pero también hay muchas otras- resultarían acepciones válidas a la hora de intentar definiros, con muy pocas palabras, a Jarandilla de la Vera (Cáceres).

Un pueblo que sedujo a mi infancia. La enamoró de una manera que, desde entonces, me he resignado a no poder conocer nunca otra faceta que no sea la de su decadencia. Consuela pensar, en este sentido y con Manrique, que podría tratarse del espejismo que acompaña al convencimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque sospecho que hay algo de real en tal declive, cuando menos la proyección psicológica del mío.

Jarandilla tiene poco más de tres mil habitantes. Siempre parecen ser los mismos, a ojos de quien se resiste a ver la evidencia de su lógica renovación biológica, del que tiende a omitir, permitiendo que el olvido disipe la rítmica cadencia con la que las campanas de la torre parroquial doblan una despedida. Los mismos deambulando por su calle principal; los mismos frecuentando, a la hora del aperitivo, los mostradores y las mesas de su desproporcionado número de bares. Algunos días, los festivos, la "quinta del astracán" puede llegar a suponer, y sospecho que pretendiéndolo, un espejismo renovador.



Hay un par de cosas de las que me siento particularmente orgulloso, que destacaría sin duda, a la hora de elaborar el directorio de los argumentos que configuraran mi pasión de oriundo. Son pocos los lugares que cuentan con la solera que proporciona la emblemática presencia de un Parador de Turismo, y Jarandilla cuenta con uno de los más bellos de la Red nacional... La villa alberga, también, la sede de verano de la Universidad de Extremadura, y admitiréis conmigo que aún resultan ser más infrecuentes los pueblecitos que, con tan escasa dotación de habitantes, tienen Universidad.

Vi las primeras luces un día de julio del 59, en Jarandilla, arropado por el silencioso calor de su siesta. Volví periódicamente a mi pueblo, contando siempre con la venia de un calendario laboral y acompañado de la necesaria intención de resetear mi vida. Una buena parte de los textos de éstas páginas -las que ahora lees- fundamentalmente los más personales e intimistas, los escribí aquí, en momentos de introspección que no me resultaría fácil alcanzar en otras latitudes ó circunstancias. En Jarandilla conté también con el tiempo necesario para interesarme en perfeccionar mis escasos conocimientos de fotografía, la posterior edición y el tratamiento de las imágenes.

En la resignación de otro conocimiento, el de que el interruptor de mi vida habrá de apagarse algún día -quiera Dios sea más tarde que pronto- desearía que también fuese aquí, tras haberla sacudido de la compleja locura que caracterizó a la época que nos ha tocado vivir, e inmerso en la dosis de sencillez que ahora juzgo indispensable, en la elaboración de mi postrera felicidad.


Cama y mantel



LAS MESAS DA CASA DO LABREGO ¿Que sería de los viajes, de los que nos resultan impuestos en el ámbito de una cierta actividad profesional, de no existir elementos -como éste de la foto- capaces de zarandear el motor del asombro, de sacarte del autismo funcional en el que te ves inmerso las más de las veces?... En la carencia -imagino- se dejarían hasta el nombre, o cuando menos las aspiraciones, quedándose en meros opositores al tan deslucido como anodino calificativo de "desplazamientos".

Fue en Begonte, un pueblecito de Lugo enclavado en el Concejo de Baamonde, donde descubrí el que considero pudiera ser, con toda probabilidad y los pertinentes permisos de Arzak, Adriá y Cía, el restaurante más seductor del mundo... 

El acervo popular, vehiculizado a través de los sabios consejos que escuchábamos en boca de nuestras abuelas, nos legó la creencia de que a los hombres se les ganó siempre en la cama ó en la mesa... Advierta el lector que el elemento central fue pie de una antigua máquina de coser (Singer, probablemente) y que se consideraba también importante, en el directorio de virtudes de una mujer, el dominio de este arte... 

Según esto, y por favor, que nadie me interprete fuera de contexto -quede todo en jocosa sugerencia- propongo se estudie la necesidad de incluir, entre los aperos que han de constituir todo ajuar que se precie, este curioso elemento...

En un mueble tal adquiría especial significado toda la jerga del preapareamiento que se obstina en confundir, más bien en solapar, el sexo con la gastronomía... Frases como: "Estás buenísima!", "Para tomar pan y mojar!", "Para comerte!"; y metáforas como "Boquita de fresa ó de piñón" o "Piel de melocotón"... contarían con un -probablemente innecesario- espaldarazo de justificación.

En el inoportuno momento en el que el cartero llamaba a su puerta... ¡Lo que hubiera dado Jack Nicholson por una mesa así...!


RESTAURANTE DE KARLOS ARGUIÑANO (ZARAUZ) Al abordar la relación existente entre el sexo y la gastronomía, recordé estas imágenes que adornan las paredes de la barra del restaurante de Karlos Arguiñano, en Zarauz (Guipúzcoa)...



Creo que él, en su elocuencia mediática y con la inocencia del pinche que nunca rompió un plato, las definiría mejor que yo con un: "Rico, rico, rico..."

TORRE DE VILLADEMOROS (ASTURIAS) Y ya que hablamos de camas, permitidme una puntual referencia a aquella de la que conservo el recuerdo del que, posiblemente, fue mi más dulce despertar: aquella mañana aparqué a Morfeo en una supuesta doble fila, mientras me dejaba acunar por el espumoso azul de las olas de un mar Cantábrico, al que podía asomarme, perezoso, desde el ventanal de mi cabecero.


Recomiendo encarecidamente este establecimiento del que comento un atractivo más: el tesoro que conserva en su jardín y que justifica por sí solo cualquier visita; una torre de vigilancia romana, perfectamente conservada...


La Torre de Villademoros, en Cadavedo (Asturias), forma parte de un muy selecto grupo de alojamientos rurales: el de las "Casonas" asturianas. 


domingo, 27 de junio de 2010

Crisis...



A lo largo de los últimos meses la crisis económica en la que nos hallamos inmersos ha acabado ocupando casi todos los espacios, desde el de la vacuidad de los bolsillos y el color rojo de las cuentas corrientes de muchos ciudadanos, hasta el de los pensamientos y preocupaciones de una buena parte de las familias de nuestro país. Un tema de tal relevancia, con esa capacidad para inundarlo todo, tenía que llegar a ser también el más mediático: en los telediarios apenas se habla de otra cosa y las preguntas más planteadas, en todos los medios, son aquellas que persiguen las soluciones que habrían de dirigirnos hacia su salida de emergencia.

No niego la lógica y entiendo la necesidad que dotan de prioridad a tales cuestiones, aunque pienso que aquellas otras que no quisimos -o no quisieron- plantearse en su día, no deberían relegarse por más tiempo; tan importante como hallar los parches necesarios para salir de este atolladero es que nos preguntemos el porqué hemos llegado hasta aquí, y porqué no hicimos -o no hicieron- nada en su momento para evitarlo.

A pesar de que han pasado algunas décadas desde que los expertos, definiendo el término, vienen recordándonos la necesidad de mantener un "Desarrollo Sostenido" (Informe Brundtland); nuestros dirigentes hicieron caso omiso permitiendo, con la caída del comunismo, nuestra inmersión en el capitalismo más incontrolado y salvaje. Quizá les justifique ese siete en el tejido del sistema democrático, por el que lo único importante es la reválida de la legislatura que supone la inmediatez de las próximas elecciones. ¿Y para qué?, la respuesta a esta pregunta quizá la encontremos en el hecho de que todos los países del mundo tienen dos tipos de ciudadanos: los gobernados y los gobernantes, siendo la calidad de vida patrimonio de los que integran el segundo grupo, o de los que están más cerca de ellos, independientemente del régimen político.

ESPAÑA IBA BIEN…
Es cierto que en un mundo global la crisis deja de ser un concepto local, aunque la que estamos soportando en nuestro país, con unas connotaciones que le son propias, tiene su origen en aquél "¡España va bien!" que podíamos escuchar de labios de nuestros anteriores dirigentes (*).

Efectivamente, iba bien, pero a costa de: 
1/ La inflación atroz que supuso la llegada del Euro, que nuestros políticos maquillaron de manera que no alcanzase a afectar al IPC, por lo que acabó mermando el poder adquisitivo de nuestros salarios.
2/ La ausencia de medidas para frenar una burbuja inmobiliaria que, durante demasiado tiempo ya, marcaba el incremento de unos precios que excedían de las posibilidades de la mayoría.
3/ La permisividad para con el fenómeno de una inmigración que acabó en desproporción.

Estas tres medidas fueron, desde la cortedad del prisma de una persona ajena al mundo de la economía, pan para ayer, hambre para hoy y -en el mejor de los escenarios- un cúmulo de inquietudes para mañana.

Sientan desde aquí, aquellos anteriores dirigentes, todo el sabor ácido de mi crítica; y que no reciban mejor trato los otros, los que estando en la oposición entonces, les sucedieron después: hicieron lo mismo -es decir nada- con el agravante que supone el tener la barrera más cerca.

(*) "De aquellos lodos vienen estos barrizales"
Cándido Méndez, en TVE, año 2.009.


ALGO NO CUADRA…
Pienso en todos mis antepasados, en los tuyos, en una larguísima sucesión de generaciones que han compartido el anhelo de legar algo a su descendencia y me pregunto: ¿de qué han servido todas esas ambiciones?, ¿para qué tantos sacrificios?; ¿qué importa que tus padres heredasen de tus abuelos, tus abuelos de tus bisabuelos y éstos de tus tatarabuelos... si al final, amigo que me lees, como ellos has tenido que empeñar tu vida hasta las cejas para conseguir un cubículo, que a duras penas alcanza a tener 60 metros cuadrados, y que en un descuido nimio puede acabar siendo propiedad del banco de la esquina?...



¡Virgen del Amor Hermoso!


Virgen del Amor Hermoso - Zamora

Cualquiera de los avispados lectores que hallando esta página, optase por el abnegado sacrificio de su lectura, habrá constatado ya, a estas alturas, mi particular afición por el origen de las expresiones y de los dichos. Vive Dios que las religiones, todas en general pero la nuestra en particular, constituyeron una inagotable fuente de la que se ha venido nutriendo un Castellano que, pisándole los talones al Latín, debió de ser siempre uno de los idiomas más adscritos al culto. Que Latinoamérica constituye, hoy por hoy, la mayor cantera de católicos del mundo, es un hecho objetivable y contrastado, y del que nuestros antepasados no se ven libres de pecado.

No obstante lo dicho, es a los árabes a quienes debemos el hábito, manía o tradición de tan reiterada referencia a lo divino, y de su legado aún perduran evidencias tales como el amuleto de un ¡Ojalá!, ó las alusiones a un desplazamiento que bien podría conducirnos De la Ceca a la Meca... La otra gran fe monoteísta a la que dimos cobijo, oficialmente y cuando menos hasta el siglo XV -el judaísmo- nos dejó también marcas evidentes, aunque no es necesario hacer cábalas para constatar que una buena parte de ellas son testimonios de un más que probado antisemitismo (ejs.: Hacer una judiada, venderse por un plato de lentejas...). Parece evidente, por último, que hablar en cristiano sea contraposición a cualquiera de aquellas otras dos lenguas, que antaño podían escucharse en la península.

Comenzaremos este periplo citando las que a fe mía -por intensidad y número- se han ganado un merecidísimo primer puesto en el supuesto ranking: las exclamaciones: ¡Dios Santo!, ¡Madre de Dios!, ¡Jesús!, ¡Virgen del Amor Hermoso!, ¡Alabado Sea Dios!, etc... son algunos de los ejemplos de mayor uso. Las exclamaciones comparten el breve espacio de su pretendida fortaleza, al ser cortas a la par que enérgicas.

No deberíamos olvidar a las blasfemias, muy cerca de las anteriores, de las que suelen distinguirse por el tono -las más de las veces- aunque también por el contenido, y por las que siempre hemos mostrado gran inclinación. Y llegados a este punto habríamos de ser particularmente vigilantes en un intento de no obviar a aquellas que, no exentas de cierto esnobismo, sólo alcanzan a serlo de medio pelo: ¡Ostras!, ¡Mecachis en diez!, etc...

El de las despedidas es uno de los momentos en que mostramos mayor tendencia a citar lo divino, por nuestro especial empeño en que quien nos abandone lo haga marchándose en la mejor de las compañías, y no precisamente la de Jesús, sino la de su Padre: ¡Adios!, ¡Ve con Dios!, ¡A la paz de Dios!,... Que nos perdonen los adscritos a la orden del de Loyola si finalmente sólo nos acordamos del hijo para exorcizar un estornudo.

Otros poblados conceptos son los referidos a las dimensiones del espacio y del tiempo. Hay lugares lejanos, tan lejanos, a los que nunca va ni Dios, y no yendo, nos resulta difícil comprender que -precisamente allí- acabase perdiendo el gorro ó dando las cuatro voces. Otros hay a los que llevan todos los caminos, aunque muy a pesar del dicho, aquellos que viajan a Roma se cuidaran muy mucho de no equivocar el avión o la carretera. Hay momentos breves, tan breves, que solo duran un Santiamén; acontecimientos que suceden en menos que canta un gallo; y vacíos que sólo pueden llenarse con el paso de un ángel, aunque cada vez queden menos.

También los textos sagrados dejaron numerosos posos en nuestro idioma (ej.: Ser profeta en su tierra). No es cuestión de rasgarse las vestiduras, pueden dar fe nuestros mayores, aquellos que han llegado a tener casi más años que Matusalén: antaño fueron de los pocos productos editoriales a los que resultaba relativamente fácil acceder. De cualquier modo, la actual facilidad en el acceso a la Cultura sigue pasando desapercibida para algunos –no miro a nadie- y en esos casos no deja de ser como echar margaritas a los puercos. Para más INRI, estos desleídos suelen ir por la vida hechos un Cristo, aunque alguno habrá –toda regla tiene su excepción- que esté Como Dios.

De lo expuesto anteriormente se deduce que, y no pretendo hacerles comulgar con ruedas de molino, pero no hay más cera que la que arde: la Liturgia fue otra de las grandes fuentes de inspiración. Créanme: he sido cocinero antes que fraile y lo que les digo va a misa, aunque yo no vaya más que de Pascuas a Ramos... No es que pretenda colgarme el sambenito del agnosticismo, me consuelo pensando que Dios aprieta, mas no ahoga, con lo que muchas veces opto por el lavado de manos en lo relativo a mis supuestas obligaciones.

Procediendo como Dios manda, no puedo dejar de hacer una alusión a la gastronomía, que vino alimentando también al lenguaje. El incluirla en la relación no supondrá sacrificio alguno, siendo el tema santo de mi devoción;  y es seguro que un buen número de lectores acabaría montándome un cirio por la omisión. Merece reflexión el que sea la repostería la que consiga el mayor protagonismo (ej.: cabellos de ángel, huesos de santos, tarta de Santiago o de San Marcos, yemas de Santa teresa) y puede que se justifique en la especialización de determinadas clausuras, aunque otros platos hay, endiabladamente buenos, divinos, que sin ser postres también alcanzan a ser bocatos di Cardinale.

Acabaré reconociendo la complejidad del tema y el no saber de él más que de la Misa la media, pero confieso haber pecado de atrevido... Después de todo cuando el Diablo se aburre, mata moscas con el rabo. Aún así me comprometo con ustedes a revisar el texto dentro de unos años, y puede que para entonces alcance a saber más por viejo que por Diablo... Probablemente sea coincidiendo con otro viaje a Zamora, y volviendo a ver a esta imagen de la Virgen del Amor Hermoso, pues ya se sabe: solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Mientas tanto, y no es que me hiciese la boca un fraile, pero les pediría no fuesen más papistas que el Papa, tuviesen la paciencia del Santo Job y me otorgasen un poco de su indulgencia.

¿Pero a santo de qué me habré puesto a escribir todo esto?, se me fue el santo al cielo y no consigo recordar los motivos. En fin, me voy a casa: hasta mañana si Dios quiere, que a quién madruga Dios le ayuda y vivo lejos, en el quinto infierno...


Publicitar la Fe

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BUS AGNOSTICO A la Iglesia siempre le gustó la publicidad, hasta un punto en el que se podría afirmar que la inventó, mediante el apostolado: tal y como lo conocemos a través de las antiguas escrituras, esto es, el propósito de incrementar la cartera de clientes dando a conocer el producto en nuevos mercados, ¿qué otra cosa hizo sino publicidad?. 

En una reflexión desprovista de condicionantes partidismos admitiríamos que la cruz ha sido la imagen de marca más difundida, el logotipo más identificado y reconocido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Tal fue la fuerza de esta campaña del Marketing de las ideas que nunca antes, durante, ni tampoco después, ninguna otra empresa alcanzó a tener tantas y tan fastuosas delegaciones: hasta en el villorio más desangelado asoma el campanario de una iglesia, cuando no son más, erigiéndose como el lugar más destacado por su ubicación y/o por sus dimensiones. 

La llamada que supuso cada liturgia y la seguridad de conseguir el aforo a través de la obligada asistencia, impuesta por mandamiento, han contribuido a mantener a una clientela cuya fidelidad se renueva semanalmente en torno a un púlpito, en el que el Delegado de zona difunde sus eslóganes y desparrama arsenal argumentario. Exprimiendo un poco más el cítrico de esta fabulación, en un intento de conseguir un mayor grado de acidez, podríamos aseverar que a todos controla con la hipoteca que supone el conocimiento previo de sus intimidades, arrancadas en confesión. 

Pero de todos es sabido que un producto debe renovarse con similar dinamismo con el que evoluciona el público o lo hacen su entorno y sus circunstancias. La Iglesia ha incurrido en la vanidad de creerse su propia mentira, la de pertenecer a la dimensión de aquello que, por extraordinario, estaría siempre por encima de las leyes que controlan nuestra cotidianidad. Hace décadas que desde el púlpito puede observarse como crecen las calvas en la capacidad de convocatoria, motivo por el que no resulta de extrañar que sean bienvenidas otras formas de vehiculizar el mensaje.


Lo que sí resultó sorprenderte es que esta vez fuesen los otros, los no creyentes, los que nunca antes habían sentido la visceralidad de contagiar sus convicciones, quienes quisieran promocionar su ideario. En estos días una asociación de ateos se manifestó de una forma un tanto peculiar: 
“Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”.  

Esta publicidad ha paseado en autobús por las calles de nuestra capital; llegó a Madrid, vía Barcelona, aunque la idea original fue exportada desde Londres.     

BUS APOSTOLICO   No hubo de pasar mucho tiempo, casi inmediatamente la iglesia evangélica de Fuenlabrada decidió contraatacar: enseguida pudimos ver otros autobuses, algunos compartiendo línea y recorrido con los anteriores, en los que los mensajes eran otros, bien distintos:
“Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo”
“Cuando todos te abandonan Dios permanece contigo”.



LINCE BOREAL  Apenas unas semanas separaron a este del anterior asunto. En esta ocasión no se pretendía el posicionamiento en cuestión de fe, sino reclutar conciencias en contra de la inmediata ampliación de la ley del aborto. Más de 300 vallas publicitarias se han distribuido por la geografía nacional y fueron impresos millones de panfletos conteniendo un idéntico argumento que, cimentado en dos matices erróneos, reavivó intensamente la polémica:
1/ El cachorro de lince que nos presentan no es un lince ibérico, sino boreal, no siendo por tanto un animal en peligro de extinción ni tampoco una especie protegida.
2/ El niño de la foto es un ciudadano hecho y derecho, y lo expreso así para poner todo el énfasis en la protección que le ampara, un asunto sobre el que no existen discrepancias. A la Iglesia y a sus publicistas les viene bien olvidar que la cuestión que se debatió siempre no fue esta, sino la de los derechos de un ser en su etapa embrionaria. Señores,...¡que no es lo mismo un roble que una bellota!. 

Todos somos pro-vida, lo que nos separa -una vez más- es el matiz: algunos lo son siempre, en cualquier circunstancia, caiga quien caiga y por encima de todo... Para ilustrarlo, baste recordar las recientes declaraciones de Benedicto XVI, cuando se le inquirió acerca de la propagación del uso del preservativo en África, en aras de evitar la expansión del SIDA... 

Otros, entre cuyas filas orgullosamente me incluyo, nos plantamos en ser pro-vida digna.


sábado, 26 de junio de 2010

Superstición


Durante el reciente regreso de un viaje a Holanda, sentado ya en el avión y sumido en esa semiausencia que no sé si atribuir a la presión de la cabina, a la proximidad de los cúmulos ó -llana y simplemente- a los escandalosos madrugones que suelen imponernos los aeropuertos, descubrí algo que desconocía a pesar del elevado número de vuelos en mi haber: la ausencia de la fila 13. Horas después, a mi llegada a casa me documenté, comprobando que no son pocas las compañías que rinden tal tributo a la superstición: Ryanair, Iberia ó Alitalia serían algunas de ellas.

La Triscaidecafobia (el miedo al 13) tiene un origen muy discutido. En principio se la suele relacionar con el número de comensales en la Última Cena de Jesucristo, aunque hay evidencias de que tal superstición podría remontarse a tiempos mucho más pretéritos: el Código de Hamurabi, elaborado unos 1.700 años antes y por citar algún ejemplo, omite el número trece en su lista numerada de leyes. Los antiguos egipcios -es otro ejemplo anterior- consideraban que la treceava fase de la vida era la muerte.

Lo cierto es que aún hoy algunos edificios omiten la planta 13, que determinadas ciudades obvian la treceava avenida (como Sacramento, en California), que hay hospitales que carecen de tal habitación, discos en los que no se escucha la pista número 13 (Joaquín Sabina: Alivio de Luto), y competiciones -por terminar la relación, aunque podríamos seguir- en las que no se adjudica este número, evitando lo que podría constituir un detrimento en las posibilidades de los participantes (motociclismo, automovilismo, etc...). 

VIERNES 13
En el siglo XIV, un viernes 13 de octubre de 1.307, Jacques de Molay -el Gran Maestre de la Orden del Temple- y 138 templarios más fueron detenidos por orden del Rey de Francia, Felipe el Hermoso, quien contaba con la complicidad del Papa Clemente V.

Tras ser desposeídos de todos sus bienes, humillados, torturados y finalmente ajusticiados, dieron origen a una de las leyendas más fascinantes de la historia: en la pira, instalada en la isla de los judíos, en medio del Sena, mientras las llamas lo consumían, Molay lanzó una maldición contra quienes les habían conducido hasta el cadalso: no tardarían más de un año en rendir cuentas ante el Juicio Final...

Y así fue: el Papa de Avignón murió un mes y dos días después de las ejecuciones, Nogaret en mayo y Felipe IV cayó desplomado el 29 de noviembre cuando cazaba por los bosques de Fontainebleau, a sólo ocho meses de la muerte de Molay. Su dinastía, la de los Capeto, desaparecería catorce años después. 

Aún siendo muchas las pruebas que apuntalan la posibilidad de que tal número esté gafado, opto por "seguir en mis trece" y persisto en mi actitud de escepticismo respecto de todas las supersticiones...



El Barrio de la Luna



En mi fantasía me da por pensar que es este el lugar en el que descansa la luna, tras su periplo nocturno... No en vano estamos en los dominios del río Luna, y no en vano -tampoco- el pueblo más importante de la zona responde al precioso nombre de Barrios de Luna.
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En los momentos en los que mi imaginación se desborda pienso también que es aquí adonde la luna esconde a su hijo, aquel niño albino, blanco como el lomo de un armiño, que le arrebató a la gitana de la canción... Y cuando en alguno de mis regresos tenía ocasión de pasar por aquí de noche, justificaba la luna llena en el buen humor de la criatura y los menguantes en los intentos de acunarle de su madre astral.


La contemplación de este paisaje era como para alelarse, como para tomarse unos segundos de excedencia y entrar en Babia... y no es difícil, creedme: porque Babia es la comarca de al lado, el lugar en el que solían veranear los reyes astures, en los albores de nuestra historia, y que dio origen a una preciosa expresión: cuando alguien visitaba la corte de Oviedo, solían comunicarle la ausencia del rey diciéndole que estaba en Babia.


Es el último peldaño de Castilla, tras él: Asturias, una provincia en desnivel hasta su encuentro más o menos tórpido y abrupto con el mar.

Muchos días, en mis viajes, impregnaba mis retinas con esta vista... Y me cuidé de no contárselo a nadie... algo me dice que me hubieran cobrado impuestos por ello.




Naufragio



Instantáneas como esta se revisten de originalidad, incluso de cierta espectacularidad, solo cuando rebasan las fronteras de su contexto; en su entorno suelen ser contempladas desde la normalidad que emana de lo cotidiano.

¿Qué importancia tiene el frío azul del atardecer, de un día de temporal, para un habitante de la ría de Arousa?. ¿Qué interés puede alcanzar a despertar para quien vive en tan crucigramero lugar, un naufragio "de andar por casa", cuando ni tan siquiera llega a rozar el rango de ser uno más, en momentos en los petroleros como el malogrado Prestige amenazan sus costas?... En cambio este, el pez de ciudad que os escribe, no consigue abstraerse de la magia del cuadro... 


Decía Salvador Dalí que lo menos que se le puede pedir a una estatua es que no se mueva...; lo mínimo que podemos pedirle a una embarcación es que flote, y ésta, la de la imagen, no dejó de hacerlo: flotó hacia abajo... Algo que, cuando media un temporal de agua, resulta tan justificable como el Parkinson que padecería una estatua de gelatina. 




Clubs de alterne



Creedme, no se trata de ningún truco elaborado ni de ninguna de esas bromas que circulan por la red, es real como la vida misma... Un local de alterne, un Club de carretera en la localidad de Petín (Ourense) del que podría pensarse que el dueño eligió un nombre bastante atrevido...

Para aquellos que conocen la región es posible que el asunto resulte un poco menos curioso: el apellido Lamela es relativamente frecuente en esta provincia gallega... Pero para esos otros que como yo, viniendo de lejos, se topan de frente con el nombrecito... (ejem...).

Juro que no es ánimo morboso, pero no dejo de preguntarme acerca de la especialidad de este local. El colmo hubiera sido leer en la puerta aquello de: "On parle français".


No serían pocos los ejemplos de entre cuantos salpican nuestras carreteras, que merederían ser destacados por su curioso nombre, en línea con el anterior.



A praia das Catedrais



La Playa de las Catedrales, A Praia das Catedrais, en la comarca de la Mariña lucense, es uno de los lugares más impresionantes de nuestra geografía.

Con el paso del tiempo maese mar fue esculpiendo, tan lenta como inexorablemente, los sólidos pilares que parecen haber sujetado siempre la fachada norte de nuestro santuario peninsular y, con ella, nuestras más firmes convicciones.

Y es que nuestro país, por su historia y de alguna manera, bien recuerda al híbrido resultante de cruzar a una catedral con un molino de viento.

Una madre catedral de facciones románicas y extremidades barrocas, engalanada con algún que otro abalorio gótico, a la que debemos los profundos cimientos de nuestra fe cristiana. 

La paternidad de un molino de viento, por cuanto su simbolismo evoca en nuestra conciencia colectiva: la visión distorsionada de un loco justiciero, a lomos de un famélico rocín, dispuesto a librar mil y una batallas en las que defender, tratando de imponer, las "verdades absolutas" de sus creencias.


Y así nos fue que, en todos los recreos, encontramos motivos para entrar en lid con casi todos nuestros compañeros de clase: expulsamos al hebreo, hicimos ahogadillas al turco, cristianizamos al moro, evangelizamos al indio e, incluso una vez, y al alba, pretendimos hacer reconsiderar ciertas protestas al europeo... 

Ahora hemos crecido, ya no estamos en edad escolar, aunque de las acciones se deduce que estamos genéticamente predestinados: nuestra tipología caracterológica será siempre la de un hibrido cervantino.



En cá Ceres



Afortunadamente y desde hace algún tiempo, la ciudad de Cáceres despierta ya la admiración que merece, como el increíble conjunto monumental que es, habiéndose situado al nivel de Salamanca, Santiago de Compostela, Toledo ó Granada, en la consideración de todos aquellos que tuvieron la suerte de profundizarla. Que duda cabe que la declaración, en 1.986, de Ciudad Patrimonio de la Humanidad, y el más reciente reconocimiento como tercer conjunto monumental de Europa, contribuyeron decisivamente en ello.

Pues bien, lo que os voy a contar hoy ha de ubicarse precisamente allí, en Cáceres, y más concretamente en ése, su casco antiguo y monumental que empezábamos elogiando en el párrafo anterior.

Por hacer un poco de Historia, telonera necesaria para el caso que nos ocupa: Cáceres acabó tomando entidad tras su definitiva incorporación al Reino de León, a partir de 1.229, y con el asentamiento de numerosos nobles guerreros, los más astur-gallegos, que fueron llegando con la Reconquista.

Como puede presumirse y al igual que muchos otros burgos medievales, se rodeaba de una aparente muralla con el supuesto fin de resguardarse de posibles ataques externos; aunque paradójicamente y las más de las veces sus problemas fueron intramuros, consecuencias de las múltiples y encronizadas reyertas existentes entre las diferentes familias que la poblaban. Por este motivo las viviendas fueron convirtiéndose poco a poco en las fortalezas de gruesas paredes, frentes blasonados y tan elevadas como competitivas torres que hoy podríamos visitar. Entre ellas la de los Marqueses de Monroy, Ovando-Mogollón, Sancho Sánchez de Ulloa, Sánchez Paredes, Mudéjar, Aldana, Becerra, Golfines de Abajo, Ovando, Carvajal, o la Mansión de los Sande.

Para poner fin a las guerras y banderías que se venían sucediendo con demasiado harta frecuencia, la reina Católica -entonces inquilina de la ciudad- decretó en 1.476 la inutilización de los elementos defensivos y ofensivos de las casas particulares de Cáceres y de su municipio. La altura de las torres hubo de replantearse y desde entonces no superan la de los palacios a los que se adosan. Tal decreto, que desde entonces y popularmente se conoce como "El Desmoche", no sólo supuso un cambio en la fisonomía del lugar, fue también una humillación para la altanería de los cacereños.

Aunque en justicia, incluso en esta historia de "malos", ha de hacerse una destacable mención de salvedad: la de la Casa del Sr. de Ovando-Mogollón, uno de los pocos nobles cacereños autóctonos. Este buen señor tenía la no menos buena costumbre de ofrecer mesa franca a cuantos pobres encontrase a sus puertas, al mediodía. Por tal motivo eran muchos los que allí se daban cita a diario, y también por eso, aún hoy, el término "mogollón" sigue utilizándose para expresar multitud ó cantidad.

¿Salvaremos también de la quema al Sr. de Balde quien, imitando a su vecino Mogollón y para alegría de los indigentes cacereños, acabó haciendo lo propio?... Al fin y al cabo a su iniciativa debemos el que su apellido sea sinónimo de gratuidad.


viernes, 25 de junio de 2010

La Vera


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En las postrimerías de la Sierra de Gredos, en la solana de su espigón más occidental -allí donde hasta su nombre cambia por el de Tormantos- se asientan un vergel de magia, un raudal de encantos disfrazados de pueblos y rincones,  y un laberinto de sonoros caudales empeñados en mantener, regándolas, las mil y una tradiciones que configuran la idiosincrasia de La Vera.

Allí nací, rodeado de algodonales a los que el auge del tabaco fue arrancando y de los que hoy tan solo quedan algunos vestigios y la metafórica posibilidad de afirmar, en clave de humor, que crecí entre ellos...

Los campos son ahora tabacales que se encharcan de margaritas entre campañas y que hoy, y a tenor de unas expectativas poco halagüeñas, parecen anticipar la celebración de una despedida. Mientras llega, las siluetas de los viejos secaderos se perfilan tan inútiles como las de unos evocadores esqueletos obstinados en proyectar, sobre sus paredes, la nostalgia de pasados más gloriosos. 

Las pimentoneras, aquellas que solo sabían coger pimientos, las que aseguraban ufanas que lo mejor de La Vera era su acento, han conseguido una merecida Denominación -primero de Calidad, más tarde de Origen- para un producto cuya elaboración se configura como una de nuestras mayores señas de identidad y que -junto con las Perrunillas- ilustra perfectamente el carácter del extremeño: fuerte, a la par que dulce. Lástima que en la consecución del logro se dejasen hasta ese acento: "jigo" y "jiguera" cambiaron el sabor castúo por una cierta entonación magrebí, y será pronto Alá quién escuchará lo bien que se compone el pelo la morena de la canción...

Pulsa para descargar el tema "Las Pimentoneras", de Manantial Folk

Desde mediados del siglo XVI la sombra de Carlos V reposa apoyada, en alargado decúbito, a lo ancho de toda la comarca. No deja de sorprenderme el constatar como unos pocos meses de agonía, por soberana que esta fuese, pudiesen dar tanto de sí en su calidad de combustible para el generador de leyendas. Por contra, recurriendo a nuestro letargo imaginativo, sí que consigo justificar lo manido del recurso.

Una de esas leyendas, mi favorita, concluye que el elevado número de veratos de cabellos y ojos claros -número que alimento y que estaría entre los más elevados de nuestra península- seríamos bastardos de alguno de los muchos cortesanos o guardias personales, todos ellos flamencos o teutones, que acompañaron al emperador en su declive.




Leyendas que se confunden,  entroncándose en la noche de los tiempos, con la magia de unos rituales cuya originalidad elevó al rango de fiestas, algunas -incluso- de un reconocido interés turístico a escala más o menos oficial, y que parecen entremezclarse en la antesala de mis pensamientos con el propósito de conseguir una única y diferenciada entidad. Así fue como acabé viendo a "Pero Palo" cediendo su apellido a un "Empalao", quién lo usó a modo de yunta con la que crucificarse y bajar así la cuesta que lleva hasta el Cristo del Humilladero, iluminado por la vertical antorcha de un llameante "Escobazo"...

Vera... Autenticidad... Pocas cosas tan agradables a mi paladar como un queso verato ó cualesquiera de los productos de sus matanzas rituales; pocas tan relajantes como la contemplación de estos valles; ninguna tan refrescante como el chapuzón, a media tarde, en las claras aguas de sus gargantas. 

Mi profesión me hizo viajero y esa condición, en claro sinergismo con la de mi elevada curiosidad, me llevan a poder asegurar que jamás vi, y resulta más que probable que tampoco conoceré, gradiente similar entre la dotación de recursos de una comarca y su... ¿incapacidad?... ¿desidia?... para explotarlos.

Vera... Proximidad... Así es como quiero estar: a la vera de mi Vera, y creo que lo estaré pronto, en cuanto asome la Prima...Vera.