sábado, 30 de octubre de 2010

Catedral de La Almudena



Quiero hablaros de la Catedral de la Almudena por dos motivos, básicamente:
1/ porque allí me casé y, a fe mía, ese día cambió mi vida. Fue un 14 de abril, día de la República, por lo que no entiendo que puñetas hago escribiendo sobre temas tan monárquicos.
2/ y porque muy pocos saben que el motivo por el que se construyó este templo fue el de dar cobijo a los restos de una reina, la única reina española que ha nacido y muerto en Madrid: María de las Mercedes.

El 28 de noviembre de 1857 nacía el infante don Alfonso, al amparo de las reliquias de rigor y en un Palacio de Oriente más revuelto que un nido de víboras. Era hijo de uno de los difícilmente cuantificables amantes de la reina Isabel II, aunque fue reconocido por Francisco de Asís -el Consorte Real- quien a los pocos días y según la tradición, le presentó ante las Cortes en bandeja de plata.

A finales de 1868, tras el triunfo de la revolución "Gloriosa" y la instauración de la Primera República, la familia se instaló en París, aspecto este que, junto con el de sus sucesivas estancias en Suiza, Londres..., contribuyó a la educación cosmopolita del que fue, sin dudas, uno de nuestros reyes más liberales y preparados.

El 14 de enero de 1875 hacía su entrada triunfal en Madrid, con el respaldo de los promotores de la Restauración (Cánovas, Martínez Campos, etc...) y para convertirse en Alfonso XII, rey de España. Cuentan las crónicas que ese día, bajando a caballo por la Calle de Alcalá y a punto de desembocar en la Puerta del Sol, rodeado del clamor popular, los estridentes vítores que no cesaba de lanzarle un paisano que corría a su lado le hicieron inclinarse para decirle: "¡Pero hombre! ¡Que va a quedar usted ronco!", a lo que el entusiasta replicó: "¡Qué va! ¡Si me hubiera oído cuando echamos a su madre...!"

Ese mismo año sufrió su primera hemoptisis. La condición de tuberculoso que habría de acompañarle a lo largo de su reinado explicaría su ajetreada y corta vida, justificando el sempiterno pañuelo rojo que habría de acompañarle y que los contemporáneos pudieron verle, en algún que otro acto público.

Algunos años después, tras haber obtenido la obligada dispensa papal, Alfonso desposó a su prima María de las Mercedes en una boda que -suponiéndose por amor- contó con el apoyo popular, aunque no faltaron grandes detractores (Isabel II no asistió, tras confesar que "no iría ni atada"). Aquel día, 23 de enero de 1878, el centro de Madrid estrenaba alumbrado eléctrico y la suntuosa fiesta que se celebró en Palacio no se interrumpió ni con la noticia de la explosión de una bomba, en las proximidades de Cibeles. Un muerto y varios heridos, que la prensa silenció, fueron apartados discretamente del lugar del suceso.

Quieren hoy con más delirio
a su rey los españoles.
Pues por amor se ha casado,
como se casan los pobres.

El matrimonio de Alfonso y María de las Mercedes apenas duró cinco meses, motivo por el que se le abrieron de par en par las puertas de la leyenda. No se conoce muy bien la causa de su muerte, un 27 de junio de 1878 y a la edad de 18 años. Es más que probable que las fiebres gástricas del dictamen oficial ocultasen las tifoideas que contraería ya en su infancia, en los pozos de abastecimiento del Palacio de San Telmo, en Sevilla, ciudad en la que residió; esta teoría explicaría también la muerte precoz de la mayoría de sus hermanos. Aunque algunas hubo, a mayores, que amparándose en la rápida putrefacción de sus restos, postularon un posible envenenamiento.

Afligido Alfonso, quiso se iniciasen las obras de la actual Catedral de la Almudena, para descanso eterno de su esposa, quien no habiendo sido madre de rey no podía ocupar el Panteón Real, motivo por el que fue originariamente enterrada en la Basílica de San Lorenzo de El Escorial, hasta muchos años después, en que finalizadas las obras de la Catedral de Madrid, recibiría definitiva sepultura el 8 de noviembre del 2000, bajo el altar de La Patrona. En la lápida que cubre su tumba puede leerse, hoy: "Doña María de las Mercedes de Orleans, de Alfonso XII su dulcísima esposa".

Donde vas, Alfonso XII?
Donde vas, triste de ti?
Voy en busca de Mercedes
Que ayer tarde no la ví...

Pulsa para escuchar "Donde vas Alfonso XII?"
Pulsa para escuchar "Mª de las Mercedes"

Adonde Alfonso iba, en realidad, era a la cercana cuesta de Santo Domingo, a consolarse en otros brazos. A pesar del romanticismo que inspiró la pareja, no era Alfonso hombre de una sola mujer; se le conocieron numerosas amantes, de entre las que cabe destacar a Elena Sanz, una cantante de Operetas con la que tuvo varios hijos -la Reina Madre llegó a definirla como "mi nuera ante Dios"- y a la que el pueblo llamaba "La Favorita", ya antes del matrimonio de Alfonso con Mercedes.

Tan solo un año después volvía a casarse con María Cristina de Austria, a la que su rígida educación teutona le hizo merecer el sobrenombre de Doña Virtudes. En el primer encuentro con la que habría de ser su segunda esposa, Alfonso le decía a su compañero, el Duque de Sesto: "«No te esfuerces, Pepe, a mí tampoco me ha parecido muy guapa. Pero te habrás dado cuenta de que la que está bomba es mi suegra...». Fue este un matrimonio profesional cuya única finalidad, cuando menos desde la perspectiva de Alfonso, era la procreación; y tuvieron dos hijas, pero también un hijo póstumo, al que su padre no llegó a conocer, muriendo meses antes de su nacimiento y de resultas de las complicaciones de su tisis. Sus últimas palabras suponían un espaldarazo para la continuidad del sistema político que caracterizó a la Restauración: «Cristinita, guarda el coño y ya sabes: de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas».

El hijo -Alfonso XIII- fue un caso insólito: era rey desde el momento en que recorría el canal del parto, y así nos fue con él. Ya resulta desaconsejable que un niño sea considerado el rey de la casa, cuanto más de un país... Pero esta... es otra historia!

La historia que os he contado hoy fue llevada al cine, así como a numerosas Coplas Populares... Estos son sus protagonistas (pulsa para ver)...


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las cosas bellas siempre se hacen por amor.... Una historia preciosa Graciasssssss

Anónimo dijo...

La historia contada por ti tiene otro sabor... ¡Me ha encantado! y hasta me has dado una gran idea...¡Gracias! Ya te la contaré...
Rosi Serrano