jueves, 30 de septiembre de 2010

Bailar con la fea


Me gustaría comentar algunas cosas respecto de la jornada de éxito o fracaso general (según la fuente) que vivimos ayer -día 29 de septiembre de 2.010- en España. Vaya por delante que son opiniones personales y mi respeto hacia cualquier discrepancia.


Al Gobierno y a los Sindicatos: reflexionen acerca de la posibilidad de inscribirse en algún curso tipo "Aprendiendo a contar, nivel básico", con el fin de ir consolidando unos conocimientos elementales en la materia y de cara a evitar, en próximas convocatorias, las brutales diferencias en las estimaciones de participación que vienen observándose con ocasión de cada huelga, manifestación, meeting, etc... 

En el día de ayer, fecha de la última convocatoria al paro nacional, estas diferencias llegaron a ser , según los medios, hasta del 1000%, ahondando en una más que criticable falta de respeto hacia el ciudadano y su consiguiente desinformación y desorientación.

Se sobreentiende que dicho curso traería además no pocas ventajas. La mayor preparación de nuestros representantes en operaciones de cálculo básico (suma, resta...) se traduciría en una mejor gestión de nuestros recursos y acabaría redundando en un innegable beneficio para todos.


 A los Sindicatos: planteense la legitimidad y vigencia de los piquetes "informativos", cuya utilidad estaría fuera de toda duda en los albores de una sociedad industrial, allá por el siglo XIX, pero cuyo sentido se diluye en la "era de las comunicaciones" en la que estamos inmersos hoy.

Todos pudimos ver. en los diferentes canales de televisión, sus intentos de imponer el seguimiento de la huelga a través de la coacción o la fuerza...

De los representantes sindicales, precisamente de ellos, se espera el mayor de los respetos por los trabajadores, sean cuales fueren sus decisiones y planteamientos. Tal respeto por el individuo ha de prevalecer siempre sobre la favorable bonanza de unos resultados estadísticos.


A nuestro gobierno: el peor de los escenarios para un gobierno socialista es precisamente el que vivimos ayer, el del fracaso de la convocatoria. En mi humilde opinión simboliza el alejamiento del pueblo, por desilusión o por desconfianza, de los planteamientos de la izquierda que, en definitiva y no lo olvidemos: era quien convocaba la huelga.


A todos nosotros: lamentablemente es así, no debemos engañarnos; ayer volvimos a perder una oportunidad de proclamar un "¡BASTA YA!"...
- a un Capital campando a sus anchas por las sendas de la globalización y la especulación.
- a la explotación a través del mileurismo y la inflación injustificada, desmedida y encubierta.
- a un presente sin esperanzas, a un futuro desolador.
- a la progresiva pérdida de derechos cuya conquista supuso décadas de sudor, cuando no de sangre o de lágrimas...
- a la idea de resignarnos a ser unas bestias de carga fiscal.
- al mal uso, con fines partidistas, de nuestros recursos.

Es posible que el desencanto que sentimos para con los vendidos representantes de los trabajadores influyese a la hora de decidirnos a no secundar la huelga: pero ayer debimos acceder a bailar con la fea, porque era y será, lamentablemente, la única del baile que nos hará algún caso.

A partir de hoy, al día siguiente de la huelga/fracaso general: los españolitos volvemos a colocarnos en posición de merecer cuanto nos ocurra.



miércoles, 29 de septiembre de 2010

Yuste y "los Perdonaos"

Monasterio de Yuste

Hace pocos años celebrábamos el Quinto Centenario del nacimiento de uno de nuestros reyes más controvertidos y, relacionado con él, perdido entre los robledales, los brezos y las jaras de la comarca de La Vera (Cáceres), nos encontramos con uno de los lugares más carismáticos de nuestra historia: el Monasterio de Yuste, un humilde recinto en el que no cabían más que una docena de jerónimos pero que llegó a ser, durante algunos años -allá por el siglo XVI- el ombligo del mundo.

Resulta placentera la visita en la que puede escucharse el relato de los últimos días del rey que rabió. Y es que Carlos V tuvo numerosos motivos para cultivar esa rabia que le cuelgan -cual sambenito- los historiadores: la gota que le consumía, la malaria que acabó con él, el protestantismo, sus múltiples campañas, sus diferencias con los diferentes Virreyes -allá en las Américas-.... y por fin, y alzándose como el mayor espoleo para su angustia: sus no pocas luchas internas.

Y no puede eludirse la pregunta: ¿Como es posible que un emperador, dueño de medio mundo conocido, el mismo que en su día había dicho utilizar el español para hablar con Dios, el francés para dirigirse a las mujeres, y el alemán para dar ordenes a su caballo, eligiese este sitio para pasar sus últimos días?... No se me ocurren más respuestas que la de sus múltiples dolencias, el hastío de poder y esta otra que pusieron en sus labios: Lo mejor del mundo es La Vera, lo mejor de la Vera: Jarandilla, y lo mejor de Jarandilla: la bodega de D. Pedro Acebo, allí quiero que me enterréis...

La foto del encabezamiento es relativamente reciente, data de unas pasadas navidades. Si apuráis un poco la vista, a la derecha y en la lejanía: puede imaginarse mi pueblo.


Rampa de acceso al monasterio de Yuste

LA RAMPA DE YUSTE 
Aquí acabó sus días el que, posiblemente, llegó a ser el hombre más poderoso de la Historia; vino hasta aquí para morir de paludismo, en un intento de tolerar la gota que colmaba su vaso.

Por esta rampa subió el Emperador Carlos, el que llegó a ser más grande que aquel otro Carlos, antecesor suyo en el trono del Sacro Imperio, y al que llamaron "Magno"...

Se encerró entre estas paredes a las que engalanaba un riguroso y aterciopelado luto, un luto póstumo, por el recuerdo de su bienamada esposa portuguesa, pero también anticipado y amortajado en su propio luto, el símbolo de una caída desde lo más alto, desde el encumbrado mito hasta su miseria.

Recostado en la sacristía de su dormitorio, escuchó hasta tres misas diarias quién en el nombre de Dios empezó a vender el alma colectiva de los españoles al mismísimo Diablo.


Aspecto de una plazoleta, en Cuacos de Yuste

CUACOS DE YUSTE
Muy cerca, a un cuarto de legua, se encuentra el pintoresco pueblo en cuyo término se enclava el Monasterio y al que éste acabó dando nombre: Cuacos de Yuste

Desde la época del Emperador se viene conociendo a los cuacareños (habitantes de Cuacos) como "los perdonaos". En el origen del apelativo existen muchas teorías, aunque es más que probable que se deba, en parte, a cuanto nos contaba Pedro Antonio de Alarcón, allá por 1.850, en su libro "Viajes por España"...

Vaya desde aquí mi guiño de simpatía para los cuacareños y mi certeza de que lo que realmente debió ocurrir, a pesar de lo que diga el escritor granadino, "no sería para tanto"...


Extraído de VIAJES POR ESPAÑA, 
de PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN

CAPÍTULO PRIMERO
Una visita al monasterio de Yuste

... Pasada la Garganta de Pelochate, podíamos escoger dos senderos para llegar a Yuste: el uno va por Quacos, lugarcillo de 300 vecinos, que, como hemos apuntado, dista un cuarto de legua del Monasterio; el otro... no existe verdaderamente, sino que lo abre cada viajero por donde mejor se le antoja, caminando a campo travieso...

Nosotros escogimos este último, a pesar de todos sus inconvenientes. -Una aversión invencible, una profunda repugnancia, una antipatía que rayaba más en fastidio que en odio, nos hacía evitar el paso por Quacos.

Y era que recordábamos haber leído que los habitantes de este lugar se complacieron en desobedecer, humillar y contradecir a Carlos V durante, su permanencia en Yuste, llegando al extremo de apoderarse de sus amadas vacas suizas, porque casualmente se habían metido a pastar en término del pueblo, y de interceptar y repartirse las truchas que iban destinadas a la mesa del Emperador. Hay quien añade que un día apedrearon a D. Juan de Austria (entonces niño), porque lo hallaron cogiendo cerezas en un árbol perteneciente al lugarejo...

Pero ¿qué más? ¡Aun hoy mismo, los hijos de Quacos, según nuestras noticias, se enorgullecen y ufanan de que sus mayores amargasen los últimos días del César, por lo que siguen tradicionalmente la costumbre de escarnecer el entusiasmo y devoción histórica que inspiran las ruinas de Yuste!...

Alguien extrañará que Carlos V no declarase la guerra a los habitantes de Quacos, pidiendo a su hijo Felipe II veinte arcabuceros que les ajustasen las cuentas... Pero ¡ah! el vencedor de Europa no había ido al convento en busca de guerra, sino de paz, y, por otra parte, si hubiese castigado a aquellos insolentes, el desacato y desamor de éstos se habrían hecho públicos y dado margen a mil comentarios en toda Europa. -Los pequeños lo calculan muy bien todo cuando se atreven a insultar la misma grandeza a cuyos pies solían arrastrarse miserablemente... -El Emperador se hizo, pues, el desentendido, y devoró en silencio, como una penitencia, aquellas mortificaciones de su orgullo...


Mis palabras ahijadas



El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
Gabriel García-Márquez
(Cien años de soledad)


Chigre, balde, tendal, bochinche, gaznápiro, trápala... Nos van faltando dedos para señalar todas esas cosas que se convierten en espectros del pasado porque las palabras que las nombraron siempre, desaparecen.

La Escuela de Escritores y la Escola d'Escriptura del Ateneo de Barcelona quisieron, en el año 2.007, celebrar el Día del Libro proponiéndonos una labor de amor a la lengua: apadrinar palabras en vías de extinción o, para predicar con el ejemplo y rescatar del desuso el término exacto que las designa, palabras obsolescentes.

Todos, quien más, quien menos, tenemos algunas palabras asociadas al corazón, adscritas a la memoria, ecos de nuestra infancia. Chiquilicuatre, locatigüisquis, pintiparado. Unas palabras que hace años que no oimos y sin embargo nos pertenecen. Saltimbanqui, querubín, cáspita. Palabras que, desde luego, no consentiríamos que nos arrebatasen. Abarloar, organdí, zarzaparrilla. Palabras, al fin, que nos gustaría que siguieran vivas, cuando ya no estemos.

La iniciativa pretendía salvar el mayor número posible de esas palabras amenazadas por la pobreza léxica, barridas por el lenguaje políticamente correcto, sustituidas por una tecnocracia lingüística que convierte en "técnicos de superficie" a los barrenderos de toda la vida o perseguidas por extranjerismos furtivos que nos fuerzan a hacer 'outsourcing' de recursos en lugar de subcontratar gente.

El día 23 de abril del año 2.007, las palabras apadrinadas por todos los internautas que participaron en esta iniciativa pasaron a formar un nuevo hábitat: en http://www.reservadepalabras.org estarán siempre que queramos  volver a verlas y también podrán hacerlo nuestros hijos y nietos, para no tener que señalar con el dedo aquello que designan.

Las primeras filas de nuestros políticos e intelectuales abrieron fuego, y así, y por citar algunos ejemplos:

José Luis Rodríguez Zapatero apadrinó "andancio", antaño usada en un entorno geográfico reducido a su León natal, aunque llegó a pasar a Cuba y algún otro lugar de nuestra expansión colonial. Andancio se usaba para referirnos a una epidemia leve y de escasa relevancia.

Mariano Rajoy quiso aprovechar la ocasión para seguir haciendo campaña y sugerir cambios, por lo que escogió "avatares".

Gaspar Llamazares -más centrado en la auténtica finalidad de la cuestión- escogió "coloniales", un término con el que empezaron nombrándose los establecimientos que un poco más tarde pasarían a ser ultramarinos, por ser aquellos en los que se vendían los productos traídos desde nuestras colonias.

Yo apadriné dos:
"Mangante": así me decía mi abuelo cada vez que consideraba que perseguir lagartijas por el pueblo resultaba más divertido que estudiar...

"Castúo": porque creo que la globalización acabará afectando -por desgracia ya lo está haciendo- a la idiosincrasia con la que se entonó siempre el castellano, en mi tierra extremeña.



El teniente de tranvías




Concierto para instrumentos desafinados, de Vallejo Nájera, es uno de los libros de mayor sensibilidad de cuantos he leído. Se compone de diferentes historias, de lectura más o menos breve, transcurridas todas ellas en el seno de un Hospital Psiquiátrico de Madrid...

Lo leí hace ahora muchos años. Pasó después a ser ese típico libro que recomiendas a todo el mundo, que incluso dejas a todo el mundo, para acabar siendo una comprensible ausencia, un hueco en las estanterías.

Hace poco quise volver a encontrarlo, mas no hubo forma (ni aún intentando comprarlo de nuevo): hacía demasiado tiempo que no se reeditaba y en todas las librerías consultadas me hablaban de stock cero. Tras no pocas pesquisas en pro de este reto, busca que te busca, pude dar con él en el mercado de libros de segunda mano, en la librería "El Buscón", de Salamanca.

El teniente de tranvías es uno de los capítulos que componen la obra, una parte que ilustra el todo.



EL TENIENTE DE TRANVÍAS
Nuestro Nicanor no tiene tambor, pero es dueño de una gorra con estrellas, que también da aires marciales que es lo que a él le gusta.

Su afición castrense viene probablemente de que no le dejaron cumplir el servicio militar, y a todos nos apetece lo prohibido.

Las ambiciones marciales de Nicanor fueron causa del conflicto entre el director del manicomio y el Ejército. Un conflicto pintoresco y tontiloco, como todo lo relacionado con Nicanor.

¿Por qué lleva esa gorra? «Es que soy teniente de tranvías.» En la gorra de plato gris, de guardacoches o algo parecido, ha cosido una cinta roja y las dos estrellas de teniente. Con ella pasea ufano por todo el hospital y por el pueblo. Es el recadero de las monjas. Turulato y pamplinero Nicanor sabe cumplir los encargos. Sorprendente ya que su lenguaje está disgregado, y en las pocas rachas de coherencia sale casi siempre por peteneras. En algunas ocasiones con alarde de certera malicia.

En un corte del agua seguía funcionado la fuente con caños de la plaza, y le enviaron las monjas con un cántaro. Nicanor, muy serio y callado como de costumbre, hacía cola entre las mozas y una de ellas le interpeló: Nicanor, ¿cuándo te casas? «Cuando encuentre una mujer honrada, no quiero que me pase lo que a tu marido.» La chica era soltera y sin compromiso, en aquel pueblo nos enterábamos de todo, pero no volvieron a ensayar burlas con él.

De otra salida inesperada fue víctima uno de mis colegas, por culpa de una repentina indisposición que me impidió dar clase en la Facultad. Habían enviado del hospital dos enfermos como de costumbre, y mi improvisado sustituto decidió aprovechar aquel «material docente». Parecía muy interesante la historia clínica de uno de los enfermos. El médico los desconocía ya que trabaja sólo en la cátedra y no en el hospital. La ficha describe un enfermo con autismo, Felipe Sánchez, tan adecuado para lo que había que explicar aquel día, que sin tiempo para estudiar antes a ninguno de los dos decidió renunciar a uno —Nicanor —, y presentar a Felipe a los alumnos.

«Baje usted con los dos pacientes, y espere en el banco que hay a la puerta del aula.» Los enfermeros de manicomio son también de carne y hueso, y el nuestro tuvo lo que luego describió como «un apretón». No viendo a nadie a quien encomendar el «material docente», pidió al más cuerdo que cuidase del otro: Nicanor, quédate con Felipe, le metes en la clase cuando abran la puerta, y cuando salga esperas con él aquí hasta que yo vuelva.

Nicanor obedece siempre... a las monjas, y aquel enfermero en aprietos no tenía cara de hermana de la caridad. Además en el pasillo hace frío, y es muy aburrido quedarse solo con un compañero que no habla. Se abrió la puerta: que pase Felipe Sánchez. El interesado siguió en la Luna, que para eso es un autista, y Nicanor entró tan campante en el aula. Ya lo ha hecho otras veces y le gusta. En la clase hace calor y a los alumnos les interesa mucho eso de los tranvías.

Con la gorra ladeada, el palillo en una comisura de la boca, un vistazo de reojo a los estudiantes, marchó directamente a la silla ante el profesor, y se sentó con las piernas cruzadas mirando pensativo hacia el centro de los escaños, sin hacer el menor caso al médico. Luego explicó que le había «caído gordo».

«...Vean ustedes este típico comportamiento. Aunque llevamos un rato hablando de él, el enfermo sigue con la mirada perdida en el vacío, indiferente a cuanto ocurre en su entorno, encerrado en su mundo interior, desconectado del mundo real. Éstas son las características del autismo. Sin embargo tienen la capacidad de conectar, y orientarse adecuadamente. Suele ocurrir que abstraídos en su vida imaginaria hace falta un estímulo especialmente enérgico para que hagan el esfuerzo de volver a la realidad. Veamos si lo conseguimos con este enfermo. ¡FELIPEEE!, ¿en qué estás pensando?» «En las tonterías que está usted diciendo. Me llamo Nicanor, y soy teniente de tranvías.» Se acabó la clase.

Pese a estas dos andanadas certeras, más fruto de la casualidad que de una intención sarcástica, Nicanor es un chiflado tolondro y zarramplín, de pocas luces, que siempre va a su aire. Padece un síntoma llamado «incoordinación entre mímica y estado de ánimo», por lo que la expresión del rostro no indica su buen o mal humor. Puede aparecer con gesto ceñudo y estar alegre, o sonreír beatíficamente encontrándose de mal talante.

Triste historia de niño de suburbio madrileño, en las fronteras entre la mendicidad y la delincuencia menor, sin una familia ni una inteligencia despierta como punto de apoyo. Autonombrado guardacoches al encontrar una gorra de plato, los titulares de las zonas rentables le fueron echando. El hambre le indujo a cargar bultos en la estación de Atocha, pero también los maleteros tienen nombramiento y placa. No sé quién los proporciona. Tampoco lo sabe Nicanor, por eso le expulsaron también de allí pese al amparo «oficial» de su gorra. Con ella apareció en la comisaría tras un altercado. Incoherente durante el interrogatorio le enviaron a un hospital psiquiátrico «para observación». Lo que observaron debió ser muy significativo, ya que rodando de un hospital a otro apareció en el nuestro, en el que me precedió varios años, con las dos estrellas cosidas a la gorra.

¿Por qué teniente de tranvías? En su vida de truhancillo con anhelo de trabajo estable, Nicanor debió conocer pocas figuras dignas con quienes desear una identificación. En las correrías por la estación de Atocha, vio tratar con respeto a un individuo obeso uniformado y con galones, del que entendió que era «brigada de ferrocarriles». Al iniciar su delirio de grandezas eligió este modelo, el de más rango con quien había tenido contacto; pero en un grado mayor «teniente». Como en la estación no había recibido más que golpes, transfirió el nombramiento a otro medio de transporte más familiar: el tranvía, en cuyo parachoques trasero tantas veces había viajado acurrucado para pasar inadvertido al cobrador.

Las monjas del hospital fueron las primeras personas que le trataron con afecto, y correspondió a su modo, con una lealtad de perro fiel que no transfirió a las demás figuras autoritarias del hospital. Nunca se despojaba de la gorra en mi despacho en el que mantenía una actitud despegada: «¿qué quiere usted?» En cambio se la quitaba reverencialmente ante sor Carmen, la superiora. Reconozco que el asunto no me era indiferente. Nicanor me caía simpático, pero yo a él parece que no. Supongo que ustedes han oído hablar de los amores no correspondidos. Cuando le toca a uno el turno fastidia bastante, ¡caramba!

En realidad no me percaté del cariño que tenía a Nicanor hasta que la primera llamada del cuartel amenazó su rango militar.

A mediados de los cincuenta el pueblo seguía siendo una pequeña villa agrícola, congelada en el tiempo, de campesinos con huertas de pozo y noria, lechugas, coles y cebollas para el mercado de Madrid; ese Madrid tan próximo y tan remoto. Pasó en tres lustros de cuatro mil habitantes, a ser una ciudad monstruo de cien mil, unida en un infierno de tráfico, asfalto y ladrillo con otras villas próximas, pero entonces no podíamos preverlo.

En el pueblo había tres islotes autónomos, sin apenas contacto con la población ni sus autoridades municipales : Dos cuarteles, uno de la Legión, otro de Infantería y el Manicomio.

El más próximo es el de Infantería. Desde el despacho podía escuchar el cornetín, «tarariiii», llamando la guardia a formar a la llegada y salida del coronel.

El manicomio no tiene guardia ni cornetín, pero sí una gran campana, Dios sabe de qué procedencia, que tañían por tres veces a la entrada del director. «To-lón-tolón, tolón-tolón, tolón-tolón», pausa, y otras dos veces lo mismo. Era un toque de campana bastante soso, pero metía mucho ruido, y complacía pensar que sin duda lo oían desde el cuartel, igual que yo el cornetín, anticipándome o llegando con retraso respecto al coronel. «Tararííí», «tolón-tolón...» Pedí al enfermero que hacía de portero-campanero que prolongase la última racha acústica en tres tolones más. Los psiquiatras también tenemos nuestro corazoncito. El campanero encantado, cuanto más ruido mejor.

Muchos años más tarde, durante mis vacaciones veraniegas, el administrador en fiebre de reforma puso hilo musical, y cambió la campana por un timbre conectado con todos los departamentos. Nunca me repuse. Temo que mi prematura dimisión, que ocurrió poco después de este cambio, no le haya sido del todo ajena. En la época de esta historia aún disfrutaba plenamente del desafío sonoro cotidiano con el coronel: «tararííííí...», «tolón-tolón...».

El intercambio de andanadas melódicas era por el momento nuestra única relación, por eso me sorprendió el recado: «Le llama el coronel.» ¿Cuál de los dos? «No sé.»

El despacho carecía de teléfono, por lo que hube de atravesar el patio de entrada, con su doble fila de moreras que daban grata sombra, y nos ponían perdidos al menor descuido.

El teléfono está en la administración (como la mejor estufa de butano, y todo lo apetecible del hospital), y el administrador, listísimo, ya sabe de qué coronel se trata: El de infantería.

Diga. ¿Es él director del manicomio? Soy el director del hospital psiquiátrico. Un momento, le va a hablar él coronel.

El momento fue bastante largo, al fin se puso. Parecía hombre afable y cordial. Doctor, soy el coronel Benavides, no tengo el gusto de conocerle personalmente y creo que deberíamos vernos algún día, para mejor dirimir cualquier asunto común de nuestras jurisdicciones, como el pequeño tema que me hace llamarle hoy. Completamente de acuerdo, coronel, siempre puede surgir algún incidente. Por cierto, espero que no les molesten nuestras campanadas. ¿Qué campanadas?, no sé de qué me habla. (¡Maldita sea!, ni las ha oído y yo como un idiota haciendo prolongar los tolones.) Me refiero a una campana muy sonora que hay en el hospital, y que es costumbre tocar en ciertos momentos; temí que les molestase el ruido, me alegra saber que no la oyen. Ah, esa campana, si, sí la oímos. No sabía que fuese del hospital, pensé que era de la parroquia. (¡Encima pitorreo!) Coronel, iba usted a hablarme de algún problema. Efectivamente, creo que uno de sus enfermos acostumbra a pasear por el pueblo con insignias de oficial del ejército. Por favor, es un pobre esquizofrénico inofensivo que las monjas suelen utilizar de recadero porque a él le halaga, ayuda a mantenerle sanamente ocupado y además presta verdadero servicio. Sí, pero lo hace con estrellas de teniente en la gorra, y le recuerdo que la ley prohíbe el uso de uniformes, insignias y atributos militares o que se les asemejen. Mire usted, poco a poco vamos suprimiendo todos los trajes y adornos patológicos o extravagantes, especialmente en los enfermos que salen, pero para algunos tienen un valor sentimental tan importante que es cruel despojarles, hasta que mejoren y puedan comprender. Disculpe que insista, pero ese paciente es al parecer muy popular en el pueblo, una especie de gracioso oficial, y algunos soldados han comenzado a cuadrarse cuando pasa y otras bromas. Ayer un sargento de la Legión al presenciarlo les llamó la atención. Aunque ya han sido sancionados, comprenda que no podemos exponer nuestro cuartel a otra situación de esa índole... así que no salga, o que deje la gorra en la portería y se la devuelven al regresar.

Nunca he volcado tanta elocuencia en una conversación telefónica: ...La desgracia acumulada del desamparo social, la falta de inteligencia y encima una enfermedad psíquica desoladora que seca todas las fuentes de complacencia normales... Tras infinitas humillaciones y fracasos, al fin un punto de apoyo a la propia dignidad tan apaleada desde el nacimiento... El honor personal asociado a un despojo de guardarropía. Una triste gorra andrajosa, a la que el delirio compensador había añadido dos estrellas... Frágil ilusión de un pobre desgraciado... Única posesión terrena, llevada con orgullo, acariciada con ternura... ¿íbamos a despojar de todo eso, por mero formalismo, a quien sólo eso tenía?...

Por de pronto me había convencido a mí mismo y estaba emocionadísimo, pero el jerarca cuartelero era duro de pelar, y para colmo guasón: Oiga, oiga, a ese enfermo suyo, ¿no le daría lo mismo un casco de bombero con águila imperial, que no compromete a nada? Coronel, no añada un sarcasmo a tanta desventura...

Benavides es buena persona. Acabó cediendo y llegamos a un acuerdo provisional: El enfermo podía transitar con su atuendo por la zona del pueblo no frecuentada por la tropa. Según el resultado, ya veríamos.

Nicanor, sin enterarse de nada, como de costumbre, seguía tan pancho entrando y saliendo sin saludar más que a las monjas. No creó grandes problemas hasta Semana Santa. ¡Dios mío! ¿A quién se le ocurre mandarle a un recadito el día de la procesión?

Como otros años, el único paso de procesión del pueblo iba escoltado por un pelotón de cada uno de los dos cuarteles locales. Delante el de Infantería, y detrás el de la Legión.

Saludó muy satisfecho desde la acera a alguno de sus amigos que reconoció en la escolta de Infantería. Al parecer ya les habían levantado la sanción, o la procesión forma parte del castigo. Iban muy serios y marciales, siguiendo el ritmo solemne y trágico de los tambores, con el fusil colgado al revés, apuntando al suelo.

Al pasar los de la Legión, Nicanor comprendió que era otra escala de valores. Miró hipnotizado las grandes manoplas blancas en la muñeca del brazo remangado, moviéndose con pausada violencia. Fuerza controlada, que en cada gesto irradia virilidad castrense.

Le pareció que sus amigos de Infantería no hacían buen papel, y corrió a ponerse ante ellos en el centro de la procesión imitando, a su modo, los movimientos de los legionarios, ladeada hasta la oreja la gorra, al modo de éstos.

Intentaron apartarle. Primero unos espectadores devotos, luego los dos guardias municipales. Olvidé advertir que cuando a Nicanor le llevan violentamente la contraria, grita. Como un niño, pero con pulmones de adulto. Ocurrió como con esos niños que corretean por una iglesia, y cuando sus padres pretenden detenerles se ponen a chillar, y acaban dejándoles correr porque si no es peor. Nicanor, después de un par de berridos que sonaron mucho más que nuestra campana, presidió la procesión hasta el final. Realizó verdaderamente esfuerzos para que sus amigos comprendiesen cómo debían hacerlo, para lo que no tuvo más remedio que exagerar los gestos, con regocijo de parte del pueblo y de toda la Bandera de la Legión. El resto del pueblo, y los de Infantería, echaban humo.

Pocos días después el administrador apareció en el despacho sin su optimismo habitual. «Siento interrumpirle pero tenemos un asunto urgente y muy desagradable.» «... Ha llegado un oficio. Nos han puesto una denuncia por el incidente del Jueves Santo...», «... sarcasmo al Ejército... insignias de oficial...», «advertencia previa», «reincidencia...».

Ahora parece una tontería, pero en abril del cincuenta y tantos el asunto tenía maldita gracia.

Con absoluta inexperiencia burocrática, no sabía por dónde empezar. Al fin acabé haciendo lo que todos los españoles en apuros: buscar influencias.

Comenzó una desoladora peregrinación ascendente por las escalas del Ministerio de la Gobernación. El jefe provincial de Sanidad me mandó al director general y éste al ministro. El ministro me mandó a paseo: ¡Pero!... ¡¡¡¿Qué os habéis creído los psiquiatras que es el ministro de la Gobernación?!!!

Al principio quedé perplejo, porque siempre me había tratado muy bien. Le conocía y tenía aprecio, que estoy seguro era mutuo. Sin embargo, su reacción era lógica. Por supuesto yo no sabía que otro colega le había visitado aquella misma mañana. De saberlo ni se me ocurre aparecer. Dos psiquiatras seguidos acaban con la paciencia de cualquier alto funcionario. Pero nadie me lo advirtió.

El ministro luchaba por dominar su indignación, y tuvo la cortesía de justificarla: Imaginas la envergadura de los problemas que tengo que resolver, ¿verdad? Pues fíjate lo que me ha venido a plantear tu querido compañero. Lo explicó aún más acalorado: Un colega, recién nombrado catedrático de Psiquiatría en una provincia próxima a Madrid, vive en la capital y se aloja en el manicomio de aquella ciudad los días que va a dar clase, durmiendo un par de noches a la semana. El manicomio tiene un director, que considera una usurpación que el catedrático le haya arrebatado unas salas del hospital e instalado allí su vivienda. Conserva el piso superior, y ha improvisado un plan diabólico para vengarse. La habitación sobre el dormitorio del visitante-usurpador tiene suelo de madera. Ha retirado la moqueta y puesto allí la cama de una loca violenta, coja, con insomnio y pata de palo. Quitándole el taco de goma, la cantonera metálica, toe... toe... toe, atormenta al compás de los continuos paseos nocturnos de la lunática insomne al catedrático, y le impide dormir. Éste se ha quejado al rector de la universidad, al presidente de la diputación (el manicomio pertenece a la diputación), etc., pero todos son de la provincia, amigos del director vengativo y están contra el visitante. La chiflada de la pata de palo es ya un ídolo del movimiento anticentralista local. El catedrático ha tenido la peregrina idea de venir con el cuento al ministro, que aún no se ha repuesto: Pero ¿en qué país vivimos? ¿Hay alguna otra nación en el mundo, en el que le detallen al ministro de la Gobernación los paseos nocturnos de una loca coja, de un manicomio de provincias? ¡Y ahora apareces tú, con esa ridícula historia de la gorra de un tal Nicanor! ¡Pero, ¿qué os habéis creído los psiquiatras?! Comprendí que convenía esperar mejor ocasión.

Aquel ministro era el mismo que tan generosamente se volcó en la reforma de la asistencia psiquiátrica. Tras la bronca inicial solía tomar partido en favor de los médicos, y se había puesto en marcha para mi defensa. Yo no lo sabía e intenté quemar el último cartucho. Un hermano de mi padre desempeñaba un alto cargo militar de Madrid. Fui con los lamentos a su oficina. Aunque no le había visitado ningún colega, reaccionó igual que el ministro: ¡Pero ¿qué os habéis creído los psiquiatras?!

Por lo visto todas las autoridades españolas creían que los psiquiatras creíamos algo. Puedo prometer, y prometo, que a los psiquiatras lo único que nos interesa es curar a nuestros enfermos y hablar mal de los colegas. Como todos los médicos.

Mi tío José también se puso en acción después de enfadarse (debe de ser un preliminar obligatorio), pero sin resultado. El coronel mantuvo su denuncia, que seguía los trámites habituales.

Estaba desolado en compañía del administrador y la superiora contemplando la citación judicial. Nunca había estado en el banquillo de los acusados y me atormentaban los más negros pensamientos. ¿Cómo nos habrá hecho esto Benavides, que parecía buena persona? El administrador cortó: «No ha sido Benavides, le ascendieron a general y está en Valencia, el nuevo coronel acababa de incorporarse, se llama Fernández Muiño.»

La monja saltó a la palestra. ¿No será Don Luis Fernández Muiño? «Sí, se llama Luis.» ¡Pero bueno!, si a ése le curé cuando era teniente en la guerra, en el hospital de campaña. Me siguió escribiendo muchas Navidades. ¡Vamos ahora mismo al cuartel!
—Yo no me atrevo, sor Carmen, vaya usted.
Fue.

Retiraron la denuncia.

En cuanto a Nicanor, recordando el casco de bomberos aconsejado por Benavides, llamé por teléfono a un amigo de Barcelona para pedir una gorra igual a la del presidente de la asociación de capitanes de yate. Por aquellos días aparecía en los periódicos con un uniforme tan deslumbrante, y al parecer de su propia invención, que le colocaban en el centro de todas las fotografías... No, no me he contagiado. Mándame en seguida esa gorra... Creo que la venden en una tienda que se llama «El dique flotante»... Ya te explicaré... Oye, si hay sitio que le pongan dos anclas en vez de una... Que no, hombre, que no me he contagiado. Es urgente...

Nicanor, enhorabuena, te acaban de ascender. Eres «ALMIRANTE DE TRANVÍAS». Mira, han llegado las nuevas insignias, fíjate qué bonitas. Toma esta gorra y dame la vieja.




lunes, 27 de septiembre de 2010

Graffitis




Desde la antigüedad de las paredes de la cueva de Altamira, pasando por el famoso "Romanos go home" en la deliciosa ficción de "La vida de Brian", muros y paredes resultaron siempre pantallas en las que pudimos compartir nuestros pensamientos.

Han pasado también muchos años desde entonces, y aunque es más reciente, ha de servir para esta relación la pintada con la que el pueblo de Madrid expresaba su hambruna, a lo largo del interminable bloqueo que hubo de soportar durante la Guerra Civil: en el monumento al dios Neptuno del Paseo del Prado podía leerse: "¡Dadme de comer o quitadme el tenedor!"

Una pintada, ya entonces, podía llegar a erigirse en el símbolo y clamor de una época...: "¡Paren el mundo, que me bajo!", ninguna otra frase pudo resumir mejor el sentimiento compartido por los movimientos contestatarios que caracterizaron el final de los 60s o principio de los 70s. A partir de los 80s, inmerso en el Madrid de la Movida del que fue indiscutible protagonista y abanderado, Juan Carlos Argüello, mejor conocido por el que originariamente fue su apodo, más tarde nombre de guerra y finalmente marca registrada -Muelle-, dio el primer paso de cuantos contribuyeron a convertir esta práctica aislada en movimiento cultural del Underground. Aún puede verse alguna de sus numerosas firmas, que en aquellos años salpicaron esta ciudad.

Hoy las pintadas han pasado a llamarse Graffitis, y de una forma de "guarrear las paredes" ahora son, en la consideración de algunos Hip-Hoperos y otras tribus, toda una manifestación del mejor arte urbano.


RINDIENDO HOMENAJE A MUELLE



GRAFFITIS FAMOSOS
"Una juventud sin rebeldía, es una esclavitud precoz."
"Una novia sin tetas, más que novia es un amigo."
"Uno no es lo que han hecho de uno, sino lo que uno ha hecho con lo que han hecho de uno."
"Ve con Dios. Yo me quedo con la Virgen."
"Vendo Cristo marca INRI."
"¿Por qué no hacen los aviones con el mismo material con que hacen la caja negra?"
"¿Te sientes solo? ¡Hazte esquizofrénico!"
"A las mujeres les gustan los hombres desesperados. Si no los encuentran, los hacen."
"Busco abogado para juicio final."
"Busco dentista para que me arranque una sonrisa."
"Cada hombre pretende ser el primer amor de una mujer. Cada mujer pretende ser el último amor de un hombre."
"Cambio caja de juguetes por revistas porno."
"Cambio condón usado por ropa de bebé."
"Cambio gallo que canta a las cinco por uno que cante a las siete."
"Cambio lindo perro Doberman por mano ortopédica."
"Cambio moto hecha mierda, por silla de ruedas."
"Como el diablo no podía estar en todas partes, inventó las suegras."
"Cristo es el camino, el Papa cobra el peaje."
"Cuando el rio suena... es que no estamos sordos."
"Cuando los de abajo se mueven, caen los de arriba."
"Cuando una dama dice "no" en realidad está diciendo "puede ser", cuando dice "puede ser" en realidad está diciendo "sí", y cuando dice "sí" no es una dama."
"Cuando uno ve lo que han hecho las palomas sobre este banco, da gracias a Dios por no haber dado alas a las vacas."
"Demasiado al este es oeste."
"Descartes: To be is to do. Aristóteles: To do is to be. Sinatra: Dobedobedoooooo "
"Gallina: Procedimiento de que se vale un huevo para producir otro. "
"Haga feliz a un perro... ¡Plante un árbol!"
"El embarazo es la única excepción que no confirma la regla."
"El mejor invento de Dios es el hombre... o viceversa."
"El neurótico construye castillos en el aire, el psicótico los habita, el psicoanalista cobra el alquiler."
"El tercer mundo se muere de hambre, mientras que el primero y el segundo por el colesterol."
"El tiempo sin ti es... 'empo'."
"Empresario con dos penes, busca secretaria bilingue."
"En muchas ocasiones se ha militarizado a los civiles. ¿Alguna vez se intentará civilizar a los militares?"
"Eres la prueba de que Dios tiene sentido del humor."
"Estaba decidido a ganar, pero nadie respetó mis decisiones."
"Esto del medio ambiente... ¿será porque ya destruimos la mitad?"
"Felices los que nada esperan porque nunca serán defraudados."
"Fué a una casa de citas y se acostó con un refrán."
"Hay una forma infalible para saber si un político miente: mirarle los labios, si los está moviendo, está mintiendo."
"Hebreos, paganos, cristianos, sobre la tierra todos somos turistas."
"Hombre de buenas costumbres, busca alguien que se las quite."
"Hombre invisible busca mujer transparente para hacer lo nunca visto."
"La esclavitud no se abolió, se cambió a 8 horas diarias."
"La infantería española nunca retrocede. Da media vuelta y sigue avanzando."
"La justicia militar es a la justicia, lo que la música militar es a la música."
"La realidad es una alucinación causada por la falta de alcohol."
"La risa es traducible en cualquier idioma."
"La verdad absoluta no existe y esto es absolutamente cierto."
"La vida es una enfermedad de transmisión sexual."
"Ladrones abstenerse. El estado no admite competencia."
"Las chicas buenas van al cielo. Las malas a todas partes."
"Las inundaciones no se producen porque los ríos crecen, sino porque el país se hunde."
"Las mujeres son como las traducciones: Si son fieles, difícilmente sean tan bellas y, sin son bellas, dificilmente sean tan fieles."
"Las pirámides son el mejor ejemplo de que en cualquier tiempo y lugar los obreros tienden a trabajar cada vez menos."
"Las putas al poder, sus hijos ya están en el gobierno."
"Las vírgenes pasan muchas navidades, pero ninguna noche buena."
"Lo bueno de la sequía es que el abuelo ya no tiene cataratas."
"Lo que natura no da... la silicona lo soluciona."
"Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse."
"Lo único que detiene la caída del cabello es el suelo."
"Los locos y los niños suelen decir la verdad; por eso a los locos los encierran y a los niños los educan."
"Más vale pájaro en mano que enfermedad venérea."
"Mátate estudiando y serás un cadáver culto."
"Mi complejo de superioridad es mejor que el tuyo."
"Mi padre quería que yo tuviese juicio. Ahora tengo tres y se enfada."
"Optimista es aquél que cree poder resolver un atasco de tráfico tocando el claxon."
"Podrán cortar una flor, dos, mil, pero no podrán impedir que llegue la primavera..."
"Psicópata asesino busca chica para relación corta."
"Quise tener mucha pasta, y ahora tengo un restaurante italiano."
"Separado se escribe todo junto. Todo junto se escribe separado."
"Si el Universo es infinito... ¿por qué cuesta tanto encontrar lugar para aparcar?"
"Si Mahoma no va a la montaña, es que le tira más la playa."
"Si la vaca fuese honrada el toro no tendría cuernos."
"Si no quieres ser un recuerdo, sé un reloco."
"Si un pájaro te dice que estás loco, debes estarlo, porque los pájaros no hablan."
"Si ves que la montaña viene hacia ti. ¡Corre huevón, es un derrumbe!"
"Sin lugar a dudas, el tabaco es una de las principales causas de estadísticas."
"Tiembla la Pepsi, Maradona toma Coca."
"Un alcohólico es aquel que bebe más que su médico."
"Un puritano es alguien que está mortalmente temeroso de que alguien en alguna parte lo esté pasando bien."
"Un suicida es un asesino introvertido."
"Una de las ironías de la vida es que normalmente las mujeres que consiguen los abrigos de pieles son las más calientes."


OTROS, UBICADOS
Gremio de espermatozoides: "¡Basta ya de muertes en la cama! "
Adán: "¡Eres la única mujer en mi vida! "
Frankenstein: "Estoy hecho pedazos."
Parkinson: "La vida está en constante movimiento."
Calderón de la mierda: "La vida es una barca."
FMI: "¡Me las pagarás!"
Un cardiaco: "¡No al paro!"
Un asmático: "Mi vida está llena de aspiraciones."
María Antonieta: "¡No hay que perder la cabeza!"
Juana de Arco: "¡Estoy caliente!"
Jack el Destripador: "Lo importante está en el interior."
Jack el Destripador: "Vamos por partes..."
El Increíble Hulk: "Mi padre es un viejo verde."
Nadie: "Nadie es perfecto."
Tampax: "¡No más derramamiento de sangre!"
Yamaha: "No a la donación de órganos."
Funeraria Pérez: "Si su suegra es una joyita... nosotros tenemos el mejor estuche."
El sostén: "Levantaré a los caídos y oprimiré a los grandes."
Un boxeador: "Es mejor dar que recibir."
Susanita, personaje de Mafalda : "Amo a la Humanidad, lo que me revienta es la gente."
Miguelito, personaje de Mafalda (QUINO): "Los tornillos son clavos peinados con raya al medio."
El jorobado de Notre Dame: "Nunca pude estudiar derecho."
Un ahorcado: "Tengo un nudo en la garganta."
Dios: "Hasta mañana si yo quiero."
Batman: "Clark Kent es Superman."
Jane: "Con Tarzán no se puede hablar. Siempre se va por las ramas."
Mónica Lewinsky: "Cuando te fuiste me dejaste un sabor amargo en la boca."
Steeve Wonder: "Ser ciego no es nada, peor sería ser negro."
Silvio Rodríguez: "Soy el único que tiene un unicornio. ¡¡ Y lo pierdo !!"
Tarzán: "De la lianaaaa, Chita! DE LA LIAAANAAAA!"
La yegua: "El coche nunca reemplazará al caballo."
El perro: "El mejor amigo del hombre es la mujer."
En el baño de una pizzería: "En caso de 'insendio' salga cagando."
En el baño de un bar: "En este lugar sagrado, donde acude tanta gente, hace fuerza el más cobarde y se caga el más valiente."
En la plaza de Plasencia: "Imagina que hay una guerra y no vamos NADIE."
En una calle de Málaga: "Servicio militar, secuestro legal."
En la pared de una Iglesia: "La Iglesia es tan buen negocio que hay una sucursal en cada barrio."
En la fachada de un bufete de abogados: "Los abogados son como las putas. Hay que pagarles por adelantado y luego rogarles para que se muevan."
Hiroshima 1945: "¿Calor, no?"
En un Pintada de mayo del 68: "¡Fusilad a los relojes!"


Vincent by Don McLean on Grooveshark



domingo, 26 de septiembre de 2010

Avatares del séptimo arte





Hoy volví a disfrutar con las casi tres horas de Avatar, en una reedición que incluía escenas inéditas, pocos meses después de su estreno. Mi valoración de la obra maestra de James Cameron choca frontalmente con el hecho de que la Academia acabase otorgando el Oscar a la mejor película a "En tierra hostil", rodada por su ex-esposa, que pasó sin pena ni gloria y de la que apenas se ha vuelto a hablar más que en estos términos: "Hollywood fue la tierra hostíl, para Cameron. "

Esta noche he vuelto a pensar que esta película marcará un hito en la historia del séptimo arte por lo que cuenta, por como lo cuenta y porque consigue despertar lo que parecía dormido desde mi más tierna infancia: la capacidad de mi imaginación para aletear por encima de la techumbre de una sala de proyecciones. 

Avatar, la que finalmente no fue elegida Mejor Pelicula del Año, supondrá un punto de inflexión en la historia del cine. Habrá un antes y un después de Pandora: en pocas décadas, la gran mayoría de las historias nos serán contadas desde el código binario y por personajes virtuales. Abandonarán el actual estigma de ser cuentos pseudoinfantiles (Toy Story, Shrek...) para consagrarse como la normalidad del celuloide. 

Los grandes actores perderán sus ingresos multimillonarios, la posibilidad de promocionarse a través de sus extravagancias o mediante obras de caridad más o menos medidas e interesadas. Habrán de resignarse a ser, en el mejor de los casos, la sombra que pone voz y gesto a un avatar y como paso previo a su nostálgico aparcamiento en la galería de los antiguos oficios. 

Los divos de la pantalla han empezado a ser de vinilo, Avatar activó la cuenta atrás...




sábado, 25 de septiembre de 2010

Un corazón a la izquierda




Cada vez que se trata de sacar adelante un Proyecto de Ley, los Presupuestos Generales del Estado o cuanto de la dinámica parlamentaria suponga la perpetuación, por unos meses, de un Gobierno que probablemente ya no goce de la legitimidad necesaria, se ha de pagar con la divisa de nuestra unidad, a costa de nuestra cohesión o beneficiando a unos pocos con lo que siempre será en detrimento de todos.

Poco a poco nuestro país se desmorona en un cúmulo de pequeñas "naciones" que no tienen más legitimidad que la de haber dado su respaldo interesado a políticos que perdieron el norte de sus objetivos y para los que prima lo individual sobre la colectividad que les prestó su confianza.

Esta semana, como en tantas anteriores, vuelvo a sentir vergüenza por lo que cuentan los medios:
-. El apoyo del PNV a los Presupuestos Generales del Estado supondrá 472 millones de Euros y la transferencia de las políticas de empleo.
-. La Junta de Andalucía pagará 1.800 euros a las mujeres que demuestren haber sufrido vejaciones durante el franquismo (bastarán testimonios y/o declaraciones juradas).

Toda mi vida fui de esos demócratas que sentían el corazón a la izquierda. Hoy me pregunto si no me equivoqué al defender tanto tiempo, con tanto entusiasmo, causas que sin duda idealicé y que probablemente no tengan la nobleza que siempre quise ver en ellas. 

En una democracia como la nuestra solo parece interesar el voto, el poder o la seguridad de seguir en el cargo. Poco importa si conseguirlo supone romper la baraja o pagar, mediante dádivas y a golpes de talonario, los recuerdos añejos, en momentos de ruda regresión económica.

Apenas hay ideales políticos a los que aferrarse ni en los que apoyarse. El Capital lo acaba comprando todo, hasta la conciencia de los Sindicatos. Así, en lo sucesivo y en cada convocatoria, proclamaré mi descontento introduciendo en la urna un sobre tan vacío como los contenidos de estos mercaderes.



jueves, 23 de septiembre de 2010

La Guinda de la familia




J'aimerais bien être mon chien
(FREDERIK MEY)

Certains jours j‘aimerais bien être mon chien.
Bien au chaud dans l‘édredon, je m‘observerais froidement
A m‘agiter paniqué chaque matin,
Et je me rendormirais à ce spectacle fatigant,
Puisque mon unique centre d‘intérêt serait mon ventre,
Que mes seuls efforts seraient mon sommeil et ma digestion.
Mes recherches spirituelles mèneraient à ma gamelle.
J‘aurais pour seul sujet de tourment et de méditation
La morphologie de mon os quotidien.
Quelquefois j‘aimerais bien être mon chien!

Certains jours j‘aimerais bien être mon chien.
Je ne me creuserais plus la tête en forme de fuseau,
Et en disposant d‘un nez comme le sien,
Je reclasserais le monde à l‘échelle de mon museau:
En personnes hautes ou rampantes,
En bon ou malodorantes.
Et quant aux lècheurs contre qui j‘ai toujours eu une dent,
J‘attendrais qu‘ils me caressent,
Puis je leur mordrais les fesses,
Ce que je ne fais que dans les cas extrêmes actuellement,
Car l‘état de ma denture est très moyen.
Quelquefois j‘aimerais bien être mon chien!

Certains jours j‘aimerais bien être mon chien,
Les mensonges et les ragots me laisseraient indifférent.
On ne m‘attrapperait plus comme un crétin
Dans ces discussions idiotes qui me font perdre mon temps.
Qu‘on discute, qu‘on débatte,
Je lèverais une patte
Pour montrer mon intérèt, pour apporter mon argument.
Plus d‘importunes visites,
Si ça sonnait j‘irais vite
Aboyer derrière la porte et je dirais poliment:
«Désolé mais vous êtes venu pour rien,
Le patron est sorti et moi je suis le chien


Certains jours j‘aimerais bien être mon chien:
J‘aurais des tas d‘avantages sans une ombre de souci,
Et tout compte fait j‘accepterais fort bien
De manger dessous la table et de dormir au pied du lit.
Plus d‘impôts, plus de contraintes,
De devoirs, d‘ennuis, de craintes.
Mais en tant qu‘homme il me reste un talent qui lui fait défaut:
Un don qu‘il m‘envie sans doute,
Ça le ronge et le déroute,
Car de nous deux je suis celui qui peut ouvrir le frigo.
Et je savoure ce geste quand je vois
Que parfois mon chien aimerait être MOI.



 



miércoles, 22 de septiembre de 2010

La cuna de Molly Malone


Dublin - Monumento a la hambruna de 1.845

Mi escaso conocimiento de Dublín se limita a una corta estancia de fin de semana, en el que me desplacé por motivos laborales. No tuve más tiempo que el necesario para tener una visión muy superficial, del que se requiere para una inmersión, un acercamiento a sus tópicos.

Más que llamar mi atención la ciudad, que nunca alcanzaría a ocupar un lugar destacado ante la magnificencia de la arquitectura de algunas de las urbes europeas que tuve la suerte de conocer, la consiguieron llamar sus habitantes: a pocos intuí tan vitalistas como a los dublineses.

Los lugares de mayor interés de Dublín giran en torno a la bebida: los auténticos templos de la ciudad son sus pubs. Sus verdaderas catedrales, si exceptuamos el gótico de la de San Patricio, son sus fábricas de cerveza (Guinness) ó de Whisky (Jameson's).

No debe aparcarse demasiado lejos el culto rendido a sus escritores (entre otros muchos, Oscar Wilde y James Joyce, ocupan un merecido rincón en el alma de esta ciudad) y también a su música, en el origen del folklore norteamericano y actualmente renovada, consolidada por una legión de autores de entre los que destacaré a U2 o a Enya.


Monumento a Molly Malone

Sin dejar de hablar de música: especial mención merece el recuerdo de Molly Malone, antigua vendedora de pescado que hoy protagoniza la canción que suele entonarse en los pubs, más o menos adecuadamente, a partir de la tercera cerveza; sigue entonándose con la sexta, aunque ya de un modo casi irreconocible.



















MOLLY MALONE
EN EL ORIGINAL 
In Dublin´s fair city, where the girls are so pretty
I first set my eyes on sweet Molly Malone
As she wheeled her wheelbarrow through streets broad and narrow
Crying cockles and mussels alive a-live O!
 
A-live a-live O! A-live a-live O!
Crying cockles and mussels alive a-live O!
 
She was a fishmonger and sure it was no wonder
For so were her father and mother before
And they both wheeled their barrows through streets broad and narrow
Crying cockles and mussels alive a-live O!
 
A-live a-live O! A-live a-live O!
Crying cockles and mussels alive a-live O!
She died of a fever and no one could save her
And that was the end of sweet Molly Malone
Now her ghost wheels her barrow through streets broad and narrow
Crying cockles and mussels alive a-live O!
 
A-live a-live O! A-live a-live O!
Crying cockles and mussels alive a-live O!
A-live a-live O! A-live a-live O!
Crying cockles and mussels alive a-live O!

 
MOLLY MALONE
EN CASTELLANO
En la alegre ciudad de Dublín,
donde las chicas son tan guapas,
lo primero que vieron mis ojos fue a la dulce Molly Malone
cuando empujaba su carretilla
a través de amplias y estrechas calles
gritando berberechos y mejillones frescos, frescos ¡oh!

Ella era pescadera
y seguro que no era ninguna sorpresa,
porque ya lo fueron antes su padre y su madre.
Ambos empujaron sus carretillas
a través de amplias y estrechas calles
gritando berberechos y mejillones frescos, frescos ¡oh!

Ella murió de fiebre
y nadie pudo salvarla.
Éste fue el fin de la dulce Molly Malone.
Ahora su espíritu empuja su carretilla
a través de amplias y estrechas calles,
gritando berberechos y mejillones frescos, frescos ¡oh!.