sábado, 3 de julio de 2010

E para comer... Lugo




Siempre, desde que en aquel enero de 1.990 tuve la primera ocasión de sentir las inclemencias de su invierno, he asociado a la ciudad de Lugo con la imagen de una buena y guarnecida mesa, apostada junto al reconfortante fuego de una humeante lareira, y os aseguro que no hay excesos de gratuidad en tal fantasía...
1/ En sus costas los mejores puertos pesqueros (Burela, Foz...)
2/ Los más selectos pastos y ganados en sus valles...  
3/ Por otra parte, nos pongamos como nos pongamos, no hay mejor pan que el de Lugo, o no lo hay peor -según se mire- porque tanta calidad no debería ser vilipendiada por los que -como yo- se adornan de un metabolismo agradecido. 
4/ Más recientemente, con la definitiva expansión de los Mencías de la Ribeira Sacra, esta lista de excelencias culinarias consiguió abarcar también a sus caldos.
5/ Y esto sin olvidar el prestigio con el que se coronan algunos de sus artículos gastronómicos, como las patatas, la miel, etc...

En cierta ocasión leí una teoría que, con rotundidad, venía a decirnos que la cornisa Cantábrica es el lugar en el que mejor se come de España y que, a medida que avanzamos desde Galicia al País Vasco (desde el oeste al este), el posible detrimento en la calidad de la materia prima se suple con un mayor culto a la elaboración. No hay materias primas como las gallegas, se las proporcionan sus kilómetros de litoral,  de suaves y extensas laderas, así como la tan obstinada como impuesta resistencia a conservar la esencia de lo rural. Tampoco hay restauradores como los vascos... 

Pues bien, y con la premisa de dar por cierta la teoría, me quedo con Lugo. Por tal motivo, por la inclinación que siempre vine mostrando hacia tal preferencia: el eslogan con el que, de unos años a esta parte, se pretendió dar espaldarazo a la promoción turística de la ciudad -E para comer, Lugo- siempre contó con mis guiños de simpatía. 

Es tal la entrega con la que Lugo nos pone la mesa, que se preocupó incluso de saber quitarla; y es que no sé de mejor paseo, tras de una comida, que el que puede darse por los más de 2 kilómetros del recorrido de su muralla. 

La muralla de Lugo fue construida por los romanos, a finales del siglo III y con el fin de proteger a sus habitantes de los posibles ataques de los bárbaros (la fundación de Lucus Augusti fue anterior).

En el año 460, encontrándose los lucenses en plena celebración de la Pascua, Remismundo y su ejército de Suevos tomaron una ciudad que no pudo ofrecerles resistencia alguna, al encontrarse sus puertas abiertas, de par en par, con motivo de las fiestas. A este desafortunado incidente le debemos la manida expresión "Y nos hicieron la Pascua" con la que expresamos determinados contratiempos. Permítaseme elucubrar jocosamente pensando que, con toda probabilidad, la mencionada cuestión constituya también origen de los famosos "Suevos de Pascua". 

Desde el año 2.000, en mi consideración un poco tarde aunque consuela anteponerlo al nunca, este maravilloso perímetro ostenta el privilegio y asume el mérito de ser Patrimonio de la Humanidad.



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