sábado, 10 de julio de 2010

La Geria




Nos encontramos en La Geria, el lugar que más me cautiva de Lanzarote; y es que mire Ud., a un servidor siempre le sobrecogerán más los frutos del ingenio y del esfuerzo humano, que cualesquiera de los muchos prodigios naturales que engalanan a ésta, la más septentrional de las islas Canarias.

De cualquier modo, se mire por donde se mire, no son estos dos elementos que hayamos de considerar individualmente; para bien o para mal siempre estarán estrechamente relacionados: la naturaleza en sus aislados intentos de crear prodigios con la paleta de la devastación; y el ser humano en el suyo de sobrevivirlos, y no precisamente para contarlos...

El que sucedió aquí: la erupción más importante que se recuerde para el vulcanismo de los últimos 300 años, y a la que debemos la espectacularidad de Timanfaya, nos lo pormenorizaba Don Andrés Hernández Mauricio, el entonces cura de la localidad de Yaiza, en un impresionante relato del que la naturalidad, el pragmatismo y la objetividad no dejan de sorprenderme: Don Andrés no cayó en la tentación de describir el fenómeno como un castigo divino, a pesar de que la profesión, la época y el aislamiento le hubiesen justificado sobradamente.

Más tarde fue otro cura párroco, Don Tomás, quien supo ver el excelente substrato resultante de un suelo ahogado en cenizas y escorias, y empujar a sus feligreses a recomponer sus maltrechas economías a través de la agricultura; una agricultura un tanto particular, no menos espectacular y dura: cada vid, cada higuera, cada melonal han de plantarse en el centro de un enorme orificio, rodeado de una pared semicircular, para resguardarse de la constancia de un viento que, probablemente, sea una de las señas de identidad más llamativas de Lanzarote...

Permitid que me quite el sombrero, en un gesto de admiración por estos dos religiosos y la utilidad de sus apostolados: aún hoy, tres siglos después, siguen constituyendo legión los que resultarían más retrógrados.
 


 

No hay comentarios: