sábado, 26 de junio de 2010

Naufragio



Instantáneas como esta se revisten de originalidad, incluso de cierta espectacularidad, solo cuando rebasan las fronteras de su contexto; en su entorno suelen ser contempladas desde la normalidad que emana de lo cotidiano.

¿Qué importancia tiene el frío azul del atardecer, de un día de temporal, para un habitante de la ría de Arousa?. ¿Qué interés puede alcanzar a despertar para quien vive en tan crucigramero lugar, un naufragio "de andar por casa", cuando ni tan siquiera llega a rozar el rango de ser uno más, en momentos en los petroleros como el malogrado Prestige amenazan sus costas?... En cambio este, el pez de ciudad que os escribe, no consigue abstraerse de la magia del cuadro... 


Decía Salvador Dalí que lo menos que se le puede pedir a una estatua es que no se mueva...; lo mínimo que podemos pedirle a una embarcación es que flote, y ésta, la de la imagen, no dejó de hacerlo: flotó hacia abajo... Algo que, cuando media un temporal de agua, resulta tan justificable como el Parkinson que padecería una estatua de gelatina. 




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